Una pequeña conquista del mundo

baloncesto | barcelona 92 - lakers 88

Una pequeña conquista del mundo

Una pequeña conquista del mundo

Pete Mickeal, estelar, y Navarro, los mejores del Barcelona en un partido que fue más que un amistoso por intensidad y emoción. Gasol, de más a menos, fue el máximo anotador de los Lakers.

Fue un amistoso, fue más que un amistoso. Dejó sabor a fuego real y hablaremos, cuando lo recordemos, de un gran partido de baloncesto. Mérito para unos Lakers casi en chanclas y con síndrome post vacacional por defender la mística de su logo y el brillo de su anillo (me entenderá cualquiera que compare la intensidad angelina en el Sant Jordi con la de hace unos días en Londres ante los Wolves). Y mucho mérito, claro, para el Regal Barcelona, un equipo que logró algo de lo que hablaremos y hablaremos. De lo que nos acordaremos siempre. Otro logro tremendo, otra montaña escalada. ¿Sólo un amistoso? Sí, pero la memoria colectiva se construye a base de momentos, hitos y gestas, y por eso recordaremos siempre el regalo que le hizo un 7 de octubre el Barcelona de Xavi Pascual un 7 de octubre.

A veces no lo pareció pero fue un amistoso. Por eso conviene evitar análisis triunfalistas y ecuaciones que acaban en títulos mundiales honoríficos. Los Angeles Lakers es un equipo en las antípodas de su mejor momento de forma, en la edad de piedra de un rodaje pensado para entrar en eclosión en playoffs, al otro lado del año baloncestítico. Juega sin Bynum, con Kobe muy mermado, en unos días de fastos y celebración NBA por Europa. Pero jugó por el partido y por su orgullo, con todo lo que tienen a estas alturas en las piernas. Más minutos de los previstos para Kobe, fases de mucha intensidad defensiva, dientes apretados hasta el final y golpes resonantes con Ron Artest al mando de la caballería. Eso, aún a 7 de octubre, da para ganar a cualquier equipo del entorno FIBA... menos al Barcelona. Por eso insisto: mérito, mérito y más mérito para los de Pascual.

Estados Unidos siguió (lo sabemos: las redes sociales no mienten) el despliegue del mejor equipo del viejo continente, un proyecto que con el eje Creus - Pascual ha quintaesenciado las virtudes capitales del baloncesto europeo en el siglo XXI. Retó a los Lakers por físico -músculo y centímetros- y le superó por profundidad y sistematización, extraordinaria circulación, juego de roles y reparto de tareas idílica. Todo eso es este Regal Barcelona del que puede presumir la ACB y Europa, una trituradora que alcanza momentos de perfección en los dos lados de la cancha, abrasadora por argumentos y por registros, capaz de ahogarte en defensa y fustigarte en ataque, hundirte en la zona o bombardearte desde el exterior. Incluso con reglas y minutaje NBA: extraordinario Barcelona.

Bien pensado, Estados Unidos vio también a una galería de jugadores que han pasado, pasarán o podrían haber pasado por la NBA. De todos ellos sólo salió maltrecho Ricky Rubio: cero puntos, triples al limbo, más pérdidas que robos. Lo demás fue una mezcla exquisita de la elasticidad interminable de Vázquez y NDong, el trabajo salvaje de Sada y Grimau, la finura de Lakovic, Lorbek y un Morris indefendible cuando entra en vena (12 puntos, 7 rebotes, triples decisivos...). Pero por encima de todo, la NBA volvió a comprobar que no le hizo justicia a Navarro (25 puntos, 6 asistencias) y que sólo la edad (32 años) separa a Pete Mickeal de ser un alero de plenas garantías para esos Knicks con los que siempre flirtea. Su partido fue antológico. Se retó con Artest, con Barnes, con Kobe, con todos... sostuvo al equipo en plena tormenta en el tercer cuarto (49-60: momento crítico) y terminó anotando los tiros libres decisivos y firmando 26 puntos, 13 rebotes y 7 asistencias.

En los Lakers lo mejor fue que Odom continuó con su buena química del Mundial (12 puntos, 18 rebotes) y los detalles de Fisher o Ebanks, un novato que es una interesante clonación de Ariza. Eso y un partido de más a menos de Gasol, que pasó de un inicio que le citaba con la historia (13 puntos en el primer cuarto) a un final menos lúcido con muchos fallos en el tiro, cansado ante la batería de brazos kilométricos de los interiores del Barcelona. Al final, 25 puntos y 10 rebotes pero un flojo 7/21. Y Kobe Bryant, forzando la rodilla que todavía no le permite ser Kobe Bryant, gastó 15 tiros para quedarse en 15 puntos, 11 desde el tiro libre. Esa es la realidad que rompe las ecuaciones triunfalistas: ¿qué pasaría en el mes de abril, con los dos equipos rodados y con todas las estrellas en marcha? Lo intuimos, pero al menos el Barcelona escapó de una derrota que hubiera cerrado el debate.

Los Lakers entendieron pronto que el órdago azulgrana era serio y con argumentos. Mandó en el primer cuarto en medio de minutos de cara a cara anotador entre Navarro y Gasol. Íntimos amigos, historia del baloncesto español. En el segundo cuarto llegaron las ventajas de un Barça (30-26), que emparejaba rotaciones rodadas y equilibradas con la segunda unidad de Lakers. Pero la verdadera historia se coció tras el descanso: 4-16 con Kobe anotando y Artest dirigiendo la defensa: 49-60. Olor a partido roto y aparición de Mickeal y Morris para dirigir un 14-4 que reanimó al Barça (63-64). Todavía, dato importante, estaba en pista la primera unidad de Lakers. La segunda tardó más de cuatro minutos en anotar en el último parcial y el equipo de Phil Jackson (entre pensativo y divertido) mandó por última vez en un 72-74 al que siguieron los triples de Navarro y Morris y los tiros libres de Mickeal. El Sant Jordi en llamas, los Lakers sin piernas para remontar. Victoria del Barcelona y victoria, al fin y al cabo, de la maquinaria NBA que ha entregado a Barcelona unos días mágicos y se va dejando aroma de partido para el recuerdo. El mejor sabor de boca para unos aficionados que vestían de amarillo y animaban al Barcelona...

Ganó el Barcelona y reafirmó que es un equipo extraordinario. Quedan horas y horas de debate sobre las distancias entre el juego a ambos lados del Atlántico, sobre lo cerca que está el equipo de Pascual de un buen puñado de franquicias NBA... pero queda en primer plano su extraordinario nivel, su sensación de equipo dispuesto a ganarlo todo en Europa y capaz de permitirse de vez en cuanto caprichos de esta envergadura colosal. Un enorme Barcelona, una pequeña conquista del mundo, una noche para el recuerdo del baloncesto español.