El eufórico efecto de la victoria frente al Caja Laboral se tornó pesadilla en la visita a Bilbao. "Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid", cantaba todo el pabellón de Miribilla. "Y nosotros también, que vivimos allí", reían los más de cien dementes que animaron en la grada. El Estudiantes se despidió de la Copa y regresó a su cruda realidad: la de encontrar una línea de coherencia en su irregular juego.
Tres golpes de mano bastaron al Bizkaia Bilbao para sellar su victoria número cien en la ACB. La dulce sinfonía de Banic durante toda la noche, dos canastas de la nada de Mumbrú -una de dos y un triple, los dos iguales, aturullado, al filo del final de posesión y con un defensor encima- y la puntilla de las penetraciones de Jackson bastaron para ladear hacia Euskadi un partido horrendo, propenso al fallo y al ritmo cansino. El Estu optó por cerrar su defensa esperando el fallo local, y el Bilbao cayó en el descrédito. Al final, la calidad individual de los vizcaínos, con pie y medio en la Copa, resolvió.