La Selección femenina ganó enteros con la nacionalización de Sancho Lyttle. Comenzó a soñarse con la primera medalla mundial -cayó un bronce en la República Checa el año pasado- y ahora ese sueño está bañado en oro, el segundo europeo. Pero España es mucho más que Lyttle. Hagamos memoria. Este equipo se metió en semifinales en la cita mundialista gracias a Amaya Valdemoro y ayer salvó su estreno en el Europeo de Polonia Elisa Aguilar. Otra jugadora que, junto a la alero de Alcobendas, es el mejor ejemplo de por qué España encadena cinco medallas continentales. Puro corazón.

Si en la República Checa Valdemoro lideró la remontada ante Francia -con una canasta suya forzando la prórroga tras ir perdiendo de 13-, ayer Aguilar, que soplará también 35 velas el próximo octubre, se echó el equipo a las espaldas cuando las cosas se ponían más feas: 45-42, min. 17 tras un parcial de 6-15. "Dejaos de experimentos", les decía Hernández en un tiempo muerto y, tras el parón, Valdemoro devolvía la calma con un triple, seguido de una canasta de Aguilar. Mandaba la veteranía, pero también con tintes de juventud: los que le puso Alba Torrens, convirtiendo en presente el futuro del baloncesto femenino.

España aprobó sin nota, con un juego a trompicones, cometiendo demasiadas pérdidas (13 al descanso, 17 en total), desajustes defensivos y Lyttle aún en plena transición entre Estados Unidos y España. Los balones no le llegaban a la pívot de San Vicente y Granadinas, incómoda en ataque, y España tuvo que reinventarse, aunque Lyttle terminaría siendo importante en el último arreón germano (66-62).

Técnica.

Un robo de Lyttle, que terminaba con dos libres para Aguilar, y una intimidación en pleno contraataque de Alemania recondujeron la situación. Una situación que se encargó de finiquitar Valdemoro con cuatro libres (dos por una técnica al banquillo germano), aunque la alero madrileña sufrió una sobrecarga muscular y hoy será duda ante Montenegro.