España presenta todas las credenciales para saborear el oro: llega a la final de su torneo, el que organiza en casa, como único invicto y con la mayor figura del firmamento de Miribilla: Mirotic. Ayer el madridista siguió con su enorme magisterio: 37 puntos, 8 rebotes y 2 tapones, en una categoría que se le queda diminuta.
La Rusia de basket es balonmanista. Juegan cinco por fuera de la línea de triples y desde ahí provocan el caos. Ayer ese grupo estuvo en activo el tiempo que el anfitrión quiso. Amagó éste ser débil en el uno contra uno exterior, dejó al enemigo que se sintiera cómodo con su mecanismo de sobrecarga en un lado para girar luego el balón, y se cobró pieza tras el descanso, con otra zona de libro.
De cine.
Llovet tiene día y hora en el quirófano para operarse de la rodilla. Pero quiere seguir en la guerra, porque sabe que su agresividad en la zona es básica. Rusia era días atrás un melón por abrir, por la baja a última hora de su mejor anotador, Kulagin (su estrella del Mundial Sub-19). La incógnita se disipó cuando entró en semis. España venía avisada y sólo en los partidos posteriores a un descanso (ante Ucrania y Letonia) su motor se ha gripado. La última gran prueba es Italia, la de Gentile, la que se cargó ayer a la fabulosa Francia. Será su tercera final. Ya ha ganado una, en 1992, cuando el torneo era Sub-22.