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liga endesa | barcelona regal 81 - real madrid 80

El Palau se inventa un milagro

El Barcelona remonta 17 puntos en menos de 14 minutos y gana con un triple casi desde el centro del campo de Huertas. Al Real Madrid se le escapa una oportunidad de oro en pista rival.

Actualizado a
<strong>HÉROE HUERTAS.</strong>
HÉROE HUERTAS.

Vaya por delante que este partido está ya en la historia de nuestra liga y de nuestros playoffs. Vaya también que si la ACB necesita colisiones estruendosas e instantes para el recuerdo, esta final ya le ha dado uno y promete un puñado más. Y vaya por delante que cuesta escribir y recapitular a la carrera después de lo sucedido en el Palau. Así se imagina uno al Real Madrid, como si despertara después de haber sido golpeado por un tren de mercancías. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo, cuándo? El Barcelona, por el contrario, se fue a vestuarios con los ojos inyectados en sangre, algo perplejo e inundado de adrenalina. Veremos, y aquí está la clave de lo que vendrá, con qué sensaciones comienza el segundo partido, el viernes. Cuánto afectará lo sucedido en un carrusel emocional de proporciones históricas. El Real Madrid fue mejor durante más de tres cuartos, tuvo el partido y un pedazo muy importante de final en el bolsillo. Pero perdió. Mandaba por 17 puntos en el minuto 34 pero perdió. Ganaba 61-74 con siete minutos por jugar y 70-78 en el ecuador del último cuarto. Desde entonces dos tiros libres, nada más en cinco minutos. Así que perdió, perdió y perdió.

El Barcelona ganó con su primera ventaja desde el 29-28, ganó con la primera canasta de Mercelinho, señalado durante muchos minutos y héroe imposible con un triple desde casi el centro del campo y sobre la bocina. Una de esas canastas generacionales pero, aviso para unos y otros, una que vale sólo el 1-0 en la serie. Quien asuma eso y empiece de cero en el segundo partido quizá tome el mando psicológico de una eliminatoria ahora mismo esquizofrénica. El Real Madrid sabe que tiene plan y mimbres para ganar en el Palau. El Barcelona se descubre por delante cuando se había sentido herido de muerte. Y sabe que el 1-0 es casi una garantía histórica en las finales. Y que si defiende el Palau el viernes pondrá un 2-0 con olor a jaque mate.

El partido, insisto, resultó extraordinario. Con muchos minutos de mando imperial del Real Madrid y una revolución final, con bayonetas y guillotina, de un Barcelona que sacó fuerzas de donde no las tenía. Literalmente. Con Eidson de base y con las intervenciones heroica de Navarro (21 puntos) y abrasadora de Pete Mickeal (17 puntos, 9 en plena remontada), el primer que volvió a creer. El último cuarto (27-14 de parcial, 20-6 en los últimos siete minutos) fue un motín salvaje de una defensa asfixiante, una agonía hacia la catarsis culminada con las jugadas al poste de Mickeal y un tapón enorme de Fran Vázquez a Tomic al que siguió un triple celestial de Navarro. 78-78. Y la sensación de que algo mágico estaba sucediendo en un Palau que relampagueaba, pura electricidad. Y sucedió, vaya que sí, con el triple de Huertas como epitafio.

El suicidio del Real Madrid

El Barcelona llevó al Real Madrid hasta el filo del precipicio pero fue el equipo de Laso el que se una vez allí se dejó caer, consumido por la parálisis final del que no cree en lo que tiene delante aunque lo esté tocando. No percibió las señales de peligro, ni los puntos de Navarro ni el rejuvenecimiento de Mickeal ni la metralla del Palau. No se sintió presa hasta que su rival le echó el aliento en el cogote. Un rival para entonces resucitado y de pronto armado hasta los dientes. La disolución final no le tiene que durar. Su misión ahora es reponerse, levantarse sin resaca y pensar que antes de ese trance de locura salvaje fue un equipo de baloncesto imponente.

44-82. El dato es la valoración al término del tercer cuarto (54-66). Por ahí navegaba un Real Madrid imperial ante un Barcelona sin respuestas, entregado a la histeria arbitral y a una desazón que tiraba por tierra su trabajo de resistencia hasta el descanso (37-43 siempre a contracorriente). En ese tercer cuarto el martillo blanco peinaba el Palau con trances de superioridad insultante. Cuesta creerlo pero fue así. Durante más de 30 minutos el Real Madrid tuvo más físico, más rotación, más ideas, más talento y más baloncesto que el Barcelona. Intenso y bien estructurado en defensa y autoritario en ese ritmo de anotación que lleva con la lengua fuera a un Barça que tuvo que inventarse una forma casi milagrosa de superar los 80 puntos. Primero Singler y Tomic (16+7) y luego Carroll (18 puntos), con lucidez de Sergio, aportación de Velickovic y Mirotic y un partido de menos a más y otra vez a muy poco de Llull, que eligió mal en el último ataque, antes del triple de Huertas.

El Real Madrid, aunque perdió 15 balones, superó el 50% en triples y el 45% en tiros de dos, pudo correr, reboteó más y tiró casi los mismos tiros libres que el Barcelona. Fue mejor en el planteamiento y el nudo pero le pudo el pánico en el desenlace. El segundo partido dirá si esto fue un tropiezo asumible para un equipo superior o una irremediable oportunidad perdida. Si el Barcelona firmó un espejismo o un directo que lanzó a la lona las excelentes intenciones de su rival. Así son los playoffs y así arrancó una final con aroma a leyenda. Seguirá el viernes y ahora sí, buenas noticias, sin excusas y en prime time: todos mirando.