Un Real Madrid salvaje

euroliga |real madrid 85 - panathinaikos 78

Un Real Madrid salvaje

Un Real Madrid salvaje

Un Palacio en ebullición celebró un vibrante triunfo del Real Madrid, que sacó los dientes ante un buen Panathinaikos. Las armas: defensa, energía, profundidad y talento en los momentos clave.

No pareció la apertura de la Euroliga. El partido tuvo olor a Top-16, a playoff, a batalla campal con el agua al cuello. Esa urgencia, esa rebelión contra una adversidad que le llegó a retorcer el cuello, es un arma poco ponderada de este Real Madrid porque normalmente no la necesita. Gana tantos partidos por talento y suma de violines que hacía falta comprobar si tiene mentón para las grandes batallas continentales: lo tiene. A este proyecto no sólo le han salido ya los dientes sino que estos son colmillos que reparten dentelladas. Atroces.

El Real Madrid se probó en situación adversa. Jet-lag, ansiedad, acumulación de errores y minutos mortecinos. Y lo hizo ante un grande del continente, que ya no es favorito y que ya no tiene a Obradovic y Batiste pero que conserva una camiseta cuyo peso es enorme y un nombre que suena a competitividad extrema. Conserva a Diamantidis y tiene a Schortsanitis y a un notable grupo de jugadores. Panathinaikos siempre es Panathinaikos y no es el favorito pero es desde luego miembro de la nobleza europea. Otro pellizco de mérito para un Real Madrid febril, cuya misión, tantos años en el segundo plano, se ha convertido en cruzada. El Palacio vio feliz como los versos fueron martillos y las partituras, bayonetas. Y entonces, equilibrada la batalla y encendida la grada, apareció el talento para, en un puñado de destellos frágiles pero cegadores, decidir el triunfo en un partido tremendo.

El Real Madrid nació, murió y resucitó. Todo en cuarenta minutos. Su inicio de partido fue espléndido, como si se hubiera traído de la gira americana un maletín de trucos NBA, y su llegada al descanso fue lastimosa, como si no se hubiera bajado del avión. En seis minutos puso el partido patas arriba (19-6) con Rudy repartiendo mates, triples y tapones. De ahí al descanso anotó 16 puntos y encajó 38 (35-44). Acumuló pérdidas obligado por un rival perfectamente canónico a jugar en estático. Sin tiro exterior y sin brújula, fue engullido por Diamantidis, esa mente maravillosa, y por Schortsanitis, el gigante con zapatos de claqué contra el que el Real Madrid no tuvo respuesta. Panathinaikos fue una bestia de mil cabezas con él en pista: 23 puntos (9/9 en tiros de campo) y 7 faltas provocadas. Sin rival en la pintura obligaba al equipo de Laso a un repliegue que hacía llover triples de compañeros abiertos, liberados por la rotación sísmica de 'Baby Shaq' y el extra pass de Diamantidis. Así, tan fácil, volteó el partido el equipo griego, feliz hasta el 37-46 del minuto 21.

Lo que siguió fue un tsunami del Real Madrid. La tercera falta de Schortsanitis desnortó a Panathinaikos y permitió al equipo blanco cambiar la estrategia defensiva: lanzó el frente de presión a las calderas griegas y literalmente asfixió el partido, lo convirtió en una cuestión de hambre, energía y necesidad. En ese tercer cuarto (24-16), Panathinaikos perdió 10 balones porque Slaughter estiró las ayudas a toda la pista y Draper realizó un ejercicio esplendoroso de energía a la americana: manos por todas partes, 5 robos, 4 puntos y 2 asistencias. Panathinaikos anotó 4 puntos en más de siete minutos (52-48) pero encadenó 12 en cuanto volvió Schortsanitis a pista y el partido, hasta la cuarta falta del pívot, llegó histérico (65-65) al tramo decisivo.

El final desfondó al equipo griego y enseñó el arsenal inacabable del Real Madrid. Aparecieron Carroll y Sergio, puso una tonelada de ladrillos ese operario llamado Felipe Reyes y reapareció Mirotic, de la nada del primer tiempo a 18 puntos y 8 rebotes totales. Llull apareció por tierra, mar y aire y Rudy puso la puntilla al rival y la rúbrica a su tremenda jerarquía en el juego FIBA: 23 puntos, 4 rebotes, 3 robos. El Real Madrid tiró mal, perdió muchos balones y se sintió incómodo durante más de medio partido. Pero es un equipo capaz de mutaciones maravillosas, de ganar por talento y también por energía, siempre por profundidad de plantilla. Con los secundarios siendo importantes y los importantes siendo decisivos. Una tremenda puesta de largo en Europa, en ebullición, a dentelladas y con ese hambre que ruge en el estómago y que es el carburante imprescindible de las grandes empresas. Y la Euroliga es una empresa enorme, la mayor de todas.