REAL MADRID 93 - CSKA MOSCÚ 79

Un Rudy espectacular liquida al CSKA y pone líder al Madrid

Hizo 28 puntos, 4 rebotes y 4 robos (33 de valoración) y marcó la diferencia. El Madrid igualó el basket-average particular y el liderato de grupo puede decidirse en el general.

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En un partido de muchos quilates, de enorme rivalidad y tensión, con mil cuentas pendientes, el Madrid se llevó el pulso de gigantes, el duelo de estilos ante un CSKA poderosísimo, que empleó todas sus armas y notó tanto la baja de Teodosic como el Madrid la de Carroll. Doble triunfo en un Palacio pletórico, victoria y average particular igualado. La mancha de esos 14 puntos de la ida (85-71) se borró con otros 14 (93-79). Y ahora, ¿qué?, se preguntarán. Pues si ninguno de los dos falla en las tres jornadas que restan (ambos deben visitar aún Tel Aviv), el liderato se decidirá por el basket-average general (de momento favorece a los blancos: 123-119). Emoción hasta un poquito más allá de la línea de meta, lo que tardemos en hacer las cuentas. ¡Qué Top-16! Incluso podemos añadirle otros dos éxitos al Madrid, el de la clasificación ya matemática para cuartos y el de haber casi amarrado la segunda plaza, la que otorga la ventaja de cancha en el playoff, por la derrota del Maccabi en Belgrado.

El Real llegó a vencer por 15 tantos (85-70), pero sudó el triunfo como si hubiera discutido punto arriba, punto abajo hasta el último bocinazo. Y necesitó, además, de una actuación fantástica de Rudy Fernández, quizá la mejor desde que volviera de la NBA: 28 puntos (16 en la segunda parte), 4 rebotes, 4 robos, 3 asistencias y 33 de valoración. Porque el CSKA tuvo sus momentos, los tuvo Sonny Weems a la heroica en la segunda parte, y los tuvo el colectivo durante la primera. Porque Messina llegó a imponer su visión férrea del juego, para mí también estética, con superioridad física en casi todos los puestos y un movimiento de balón modélico hasta llegar al pase extra y tirar liberado. En el cinco contra cinco mandó durante bastantes minutos, con Krstic haciendo resonar el yunque con sus martillazos a dos-tres metros del aro. Pero de nuevo la defensa blanca se rebeló contra la dictadura del músculo y del juego estático. Khryapa esta vez no fue un factor clave. Y mira que es raro. Otro muesca para el revólver de Laso. Fue justo ahí, a la defensa, donde el Real se agarró para mantenerse arriba con cortas ventajas. Al descanso, por ejemplo, había necesitado diez tiros más para firmar el 42-41. Lanzaba peor que el CSKA, pero el tempo, el que reclamaba para sí Messina en la previa, era suyo. Y se lo daba el control del rebote y esa brecha abismal en las recuperaciones de balón (9-1 al final) y en las pérdidas (2-13). El empujón definitivo a una perfecta puesta en escena.

Porque si hiciéramos un resumen rápido de los dos duelos anteriores, de las dos derrotas en Moscú (este año y el pasado), diríamos que el Madrid se quedó en el saludo inicial. Se pegó de bruces con la altura y la fuerza del equipo ruso, y para cuando quiso reaccionar el triunfo era ya imposible. Esta vez, en cambio, los blancos cogieron aire en la arrancada con un gesto táctico de Laso, una zona con Darden presionando arriba que descolocó al rival. Duró 2 minutos, lo que tardó en llegar el primer tiempo muerto y los locales en pasar a individual. Lo justo para reescribir el guión de los dos capítulos anteriores, en una batalla legendaria que va más allá del medio siglo. El CSKA se levantó de inmediato, al ritmo de los gritos de su entrenador, de su defensa asfixiante a siete metros del aro y de un acertado Pargo —sólo de inicio—, al que luego le agarró el testigo un poderosísimo Weems (28 puntos y 35 de valoración). Pero en esta ocasión la iniciativa había sido blanca (8-2). Fue un ratito, unos segundos, pero pesó en el desenlace, mucho, y tuvo su continuidad en la arrancada de la segunda parte: otros 50 segunditos, otra bocanada de aire fresco: 46-41.

A la espera ya del show de Rudy, de esos ocho puntos seguidos del tercer cuarto (dos más uno, mate y triple) que desataron a la grada. De morderse las uñas a gritar el aleluya (58-48). La fatiga calaba en la muralla rusa, no tan impermeable como pintaba al principio, y Sergio Rodríguez entró para mandar. Achuchaba la Armada Roja (66-63); al Madrid se le veía más fresco. Y no, no era el día de Mirotic, al que le costó abrirse camino en un duelo tan físico, pero supo sumar desde la personal (firmó el +14 definitivo con dos tiros libres a 21 segundos del final). Como supo Reyes neutralizar a Hines y Bourousis dar el do de pecho ante Krstic en el tramo vital. El Madrid desanudó el lazo ruso, se liberó. Puñetazo en la mesa. Una gran batalla ganada, el anticipo de lo que le espera en la Final Four. Si llega, claro, que todos nos sabemos el cuento de la lechera.