SPURS 119 - MAVERICKS 96 (4-3)

El rodillo de los Spurs cierra una maravillosa primera ronda

Exhibición de los de Popovich liderada por Tony Parker y Manu Ginóbili. Dallas, fuera del partido ya al descanso. Calderón apenas aportó, mermado por su fractura nasal.

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Y por fin, los Spurs. Para cerrar la primera ronda (50 partidos, 24 triunfos visitantes, ocho prórrogas, cinco séptimos partidos...) más increíble, emocionante y eléctrica de la historia, una certeza: los Spurs. Han sufrido más de lo previsto y han tenido que jugar siete partidos. Pero ya están en segunda ronda y jugarán contra los Blazers, una de las grandes noticias de estos playoffs, y contra ese Lillard que tenía 8 años cuando Popovich y Duncan ganaron su primer anillo juntos. En el camino quedan los Mavericks, que llegaban como sparring y han dado un buen susto al mejor equipo de la Regular Season. Basta hacer cuentas para entender la proeza que ha supuesto alcanzar el 4-3 para los Mavs: en su curso de 62-20, los Spurs enlazaron una racha de 19 partidos y tuvieron que pasar casi dos meses, entre el 12 de febrero y el 6 de abril, para que los de Popovich sumaran tres derrotas. Los Mavs se los han ganado en dos semanas y les han dado dos buenos sustos en un par de las victorias de los Spurs.

Los Mavericks dejan atrás un bonito cadáver, el monumento a la clase media de una plantilla profunda, equilibrada y extraordinariamente dirigida por Rick Carlisle, que ha sacado el máximo de un grupo de jugadores al que las calabazas de los grandes agentes libres ha dejado en los dos últimos años sin la renovación exprés que perseguía Mark Cuban para regalar a Nowitzki otro asalto al anillo. Los Mavericks han competido más allá de lo previsto y han obligado a los Spurs a, por ejemplo, jugar un cuarto partido a cara de perro para evitarse un 1-3 en contra. Carlisle consiguió retrasar la eclosión de un rival que ha ido a más a medida que ha avanzado la serie y que seguramente, y si el físico acompaña, recuperará su mejor nivel a partir de ahora y después de quitarse de encima este paso por el dentista.

La serie ha echado chispas, duelo de Salvaje Oeste en Texas, pero el séptimo partido fue un paseo de la versión más pura de los Spurs. El rodillo ventiló el partido en un puñado de minutos y permitió todo un último cuarto de minutos de la basura. Homenaje para los locales, Duncan a la cabeza, y despedida para Nowitzki. Un tomo de la historia de la NBA, concentrada en ellos: la última vez que ambos se enfrentaron en un Game 7 fue en 2006, cuando los Mavericks perdieron la final ante Miami después de dejar fuera en segunda ronda (3-4) a los Spurs. Con prórroga y en San Antonio (111-119). Entonces, 37 puntos y 15 rebotes de Nowitzki por 41 y 15 de Duncan. Ocho años después, ambos han vuelto a cruzar empujones en las zonas. La historia.

Los Mavericks salieron sin sus señas de identidad de toda la eliminatoria, erráticos en ataque y contemplativos en defensa. O tal vez el arranque de los Spurs les sacó de la pista sin darles opción a romper a sudar: 30-16 en diez minutos, 44-25 en 13, 64-35 en 22. Es imposible salir vivo del brasero del AT&T Center encajando 68 puntos en medio partido (tope de un séptimo partido desde 1971) y 119 totales. No se puede tirando en el primer cuarto, la brújula del partido, en 10/24 por el 13/19 del rival. No se puede llegar al descanso con menos anotación total que el big three (el más grande: biggest three) del rival: 46 por los 47 de Parker, Ginóbili y Duncan. Entre los tres 18/23 en tiros. No había más historia. Dallas se dejó el alma a la salida del vestuario y remó hasta un 75-61 en el minuto 28. Visto y no visto, y con otro acelerón de Ginóbili, el marcador al final del tercer cuarto volvía a ser abismal: 94-68. Game over.

Carlisle le dio ese hálito de vida a su equipo con una revolución en formato small ball que tardaron en digerir los Spurs: Calderón, Harris, Ellis, Carter y Nowitzki de ancla en versión center, cogiendo rebotes y dándose empellones con Duncan (pero 1/8 en ese tercer parcia...). Devin Harris dirigió una carga que murió en cuanto los tiros dejaron de entrar en cascada y en cuanto San Antonio enderezó el rumbo, primero de la mano de Green y Leonard, después otra vez de la de sus estrellas. En esa fase de casi reinserción mav, Calderón falló los tres tiros que intentó. Mermado por una fractura nasal, se quedó en 2/8 para 4 puntos y 4 asistencias. Y vio pasar como un cohete a un Tony Parker que anotó 32 puntos (11/19 en tiros) y que al descanso llevaba 24: más que en cualquiera de los seis partidos anteriores. Ginóbili acabó con 20 puntos, 5 asistencias y 6 robos y una exhibición de dirección y estilo en los pocos momentos calientes del partido y Duncan acabó en 15+8. En los Mavs no hay muchas alternativas a un partido de 3/11 de Monta Ellis (12 puntos) y 8/21 de un Nowitzki que sólo estuvo certero en el segundo cuarto aunque se partió el espinazo todo el partido (9 rebotes).

En realidad, el séptimo partido aireó algo parecido a las diferencias reales entre estos dos equipos. Algo magnificadas por la irrupción, justo a tiempo, de la mejor versión de los Spurs, todavía el gran favorito para volver a la final en un Oeste cuya primera ronda ha sido sencillamente memorable y en la que cualquiera de los cuatro eliminados aspiraría a ganar el Este. Los Spurs no estaban ni cansados ni desconcentrados, sólo necesitaban un margen para adaptarse a las trampas para osos de Carlisle, uno de los mejores estrategas de la liga. Superada la prueba, siguen ahí. Popovich. Y Duncan, Ginóbili y Parker. Y Green, Leonard, Splitter y Diaw… El que quiera eliminarles tendrá que ganarles cuatro partidos de siete. Suerte con eso.