José Antonio Arízaga

“Drazen Petrovic vino a España a base de sobornar y corromper”

Durante 30 años del Siglo XX, el representante donostiarra José Antonio Arízaga dominó los traspasos en todo el baloncesto español y además de buena parte del europeo.

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“Drazen Petrovic vino a España a base de sobornar y corromper”

—En principio, ‘aita’ Arízaga, cuente un poco cómo ha llegado hasta aquí, ya más allá de los 70 años. Usted: tan donostiarra de La Zurriola, de la Real y del Orfeón.

—Llevo en Madrid diría que toda mi vida, aunque no dejo de ir por Donosti. Empecé a trabajar aquí en la empresa Movierecord hace 50 o 100 años: qué sé yo. Veía a Alfredo Di Stéfano, sentado en las bandas del Bernabéu. Trabajé en la desaparecida revista Triunfo. También en TelePrograma y en Colpisa. Un día me dejaron la corresponsalía de baloncesto en Dicen, otra revista desaparecida, porque el titular se iba a la mili. Y...

—Ahí desembarca.

—Ahí le hago una entrevista a Antonio Díaz-Miguel, al que siempre debí mucho. Él me invita a su casa, que ahí empieza a ser el centro del baloncesto europeo. Ahí iban Mirko Novosel y Alexander Gomelski (antiguos seleccionadores de Yugoslavia y la Unión Soviética), Antonio me introduce a ellos,... yo me los gano. Así domino a los dos seleccionadores más importantes de Europa. Con ellos, domino a la Cibona de Zagreb y traigo a la selección soviética, la URSS, a la que hice jugar en Las Palmas con publicidad del tabaco Winston, algo que entonces se veía imposible, por exótico.

—Al poco, explota un tal Drazen Petrovic y a usted se le presenta la oportunidad de hacerle un contrato en España.

—Fue la locura, mi gestión más difícil. Le dije a Novosel el interés que Drazen desataba en España. Estaban Barcelona y Real Madrid. Pero una ley impedía salir de Yugoslavia a ningún jugador con menos de 28 años. En aquel momento (1986), Petrovic tenía 22, iba a cumplir 23. Novosel me dijo dos cosas: Una: ‘En Yugoslavia, todo se puede arreglar con dinero’. Y otra: ‘Pero si sale Drazen, los demás de menos de 28 se van a cabrear y vamos a tener follón’. Puede imaginar lo que hubo que sobornar, corromper y pagar para cambiar una ley en un caso como este. En fin.

—¿Venía para el Barcelona o para el Real Madrid?

—Venía inicialmente para el Barcelona. Me lo había pedido un directivo al que hoy sigo respetando muchísimo: Salvador Alemany. Lo teníamos para el Barça. Íbamos a firmar contrato en Puerto Real, en el verano de 1986. Pero...

—¿Qué pasó?

—Cuando dije a Alemany que lo teníamos todo listo, pidió unos días. Al poco me dio libertad para colocarlo. “Cada club tiene sus cosas”, dijo. El Real Madrid seguía ahí y Ramón Mendoza aceptó. Intuyo que Drazen Petrovic no jugó en el Barcelona porque Aíto opinó contra el fichaje. Él pensaba que Drazen era de una individualidad ‘absorbente’. Ya en Madrid, Drazen no se portó bien conmigo.

—Después vinieron Gomelski... y Arvydas Sabonis.

—Sabonis era inicialmente para Villalba. Allí, Pedro Antonio Martín tenía un proyecto del BBVA. Buscaban un gran jugador. Gomelski desbloqueó a Sabas en el verano de 1989, en el Europeo de Zagreb, pero en Villalba dijeron que las condiciones eran impensables. Se lo planteé al Real Madrid: “Por diez millones de pesetas es para ustedes”. Él, Sabas, quería un gran equipo. Pero no interesó en el Madrid. No se lo creían y Raimundo Saporta estaba en sus últimos tiempos. Después acabó abandonado por muchos.

—Y Sabonis...

—Forum Filatélico tenía dinero entonces (después se vio con otros asuntos) y Sabas empezó a jugar allí, en Valladolid. En 1992 ya se vino a Madrid: mucho más caro, claro.

—Tuvo socios como Fernando Bermúdez... y Arturo Ortega, ahora demandado por los hermanos Gasol y Garbajosa.

—Sólo diré que me juego mi patrimonio a que Arturo Ortega no se ha quedado con dinero de nadie. De una mala inversión nadie está libre.

—Trajo a España a una selección de la NBA: en 1982.

—Fue por Saporta y sus actos del Mundial de fútbol. Querían jugar con balón americano en Madrid y casi suspendemos. Eso lo arreglé con Díaz-Miguel. Pero no pude impedir que un famoso pívot (Moses Malone) dejara el equipo. El restaurante del hotel había cerrado y no sirvió cena a su mujer. Pero ellos pensaron que no la servían porque era negra: y se marcharon.