Deporte universitario

Los jugadores ‘homeless’ tienen un hogar en la NCAA

‘Sports Illustrated’ revela el alza en reclutamientos de origen humilde. Deportistas que vivieron en coches saltan del gueto al estrellato.

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Los jugadores ‘homeless’
tienen un hogar en la NCAA

Primero, la estadística completa: en 2012-13, el Departamento de Educación de EE UU estimó en algo más de 1,2 millones la cifra total de chicos estudiantes sin hogar, en todo el sistema educacional primario estadounidense: que abarca la educación elemental, media y alta, los ya conocidos high schools o institutos.

Isaiah Lamb: tras los pasos de Anthony, Durant...

n Isaiah Lamb, un base-­escolta de 1,93 de Baltimore, donde pisó prácticamente las mismas calles e idéntica vecindad que Carmelo Anthony, ha saltado a la portada de Sports Illustrated como emblema de la nueva marea de jóvenes talentos que saltan directamente desde las calles (y sin techo) a high schools y universidades de la NCAA. Lamb sigue los pasos del mismo Melo Anthony, criado con terrible esfuerzo por su madre en los suburbios de Baltimore... y de otros jugadores que llegaron a la NBA tras sufrir en su infancia y adolescencia episodios de fuerte exclusión social: el mismísimo Kevin Durant, B. J. Mullens, DeJuan Dixon (también de Baltimore, con padres drogadictos y encarcelados), Kwame Brown...

De esta cifra inicial bruta, un total aproximado de 100.000 se plantaban en high school o incluso en los años iniciales universitarios, en el llamado college, como auténticos homeless­, sin hogar conocido o estable. “Uno se pregunta sobre algunos de nuestros chicos: ‘¿Tendrán alguna almohada para poner la cabeza esta noche?’”, confiesa Matt Lochte, entrenador de baloncesto de Dulaney High, en Maryland. Una de las mayores promesas del equipo que Lochte adiestra es el base-escolta Isaiah Lamb: surgido de los peores suburbios de Maryland, como Carmelo Anthony o DeJuan Dixon. El mismísimo Kevin Durant también pasó cientos de horas en esa durísima universidad de las sórdidas calles de Maryland...

Lamb ocupa la portada que Sports Illustrated dedica al fenómeno creciente y emergente de los chicos homeless y sin hogar: que, después de vivir en coches viejos, parques o casas abandonadas dan el salto a buenos programas de la NCAA... de paso para excelentes franquicias profesionales. La tendencia va cada vez más en alza no sólo en baloncesto (masculino y femenino: Lamb, Tyritta Dixon, Chardé Houston...), sino también en fútbol americano, (football), fútbol internacional (soccer), béisbol e incluso atletismo: la atleta olímpica Lolo Jones vivió en su adolescencia (Des Moines, Iowa) en un sótano del Ejército de Salvación. Aquellos hermanos cuatrocentistas olímpicos de principios de siglo, Calvin y Alvin Harrison crecieron y vivieron dentro de un coche.

La crisis. Los técnicos de estos jugadores insisten: ‘¿Cómo se entrena y exige a un jugador del que no se sabe dónde y cómo va dormir?’ La dura cifra inicial de 1,2 millones de chicos sin hogar en el sistema educativo estadounidense llega tras un aumento del 58% desde 2008, cuando arrancó lo que unos llaman crisis, otros recesión y otros big crash. En condados de Alabama, Kansas y Texas, el promedio de homeless en equipos deportivos del ciclo medio o alto (high schools) ronda el 20%.

Aparte de los citados en baloncesto y atletismo, en football también aparecen buenos nombres: Ryan Mathews, Michael Oher, D. J. Fluker (desplazado por el huracán Katrina) Bobby Limon, Lawrence Mattison (Butler College, Kansas)... que vivía en una gasolinera y se duchaba en el lavado de coches. De niño, el running back Ryan Mathews (Chargers) vivía con su madre en un Oldsmobile desechado con matrícula de 1969. La historia de Oher inspiró el libro The Blind Side: ‘El Lado Ciego’.

“Estar sin hogar te deprime. Te rompe el corazón. Además de mi hija, sólo el baloncesto conseguía mantener mi ilusión por la vida. Lo más duro era sufrir el abuso diario”, cuenta Tyritta Dixon, hoy base titular y figura en Northwest Classen High, Oklahoma. Hogar, dulce hogar: la pista, claro.