HISTORIA DE LOS PLAYOFFS

Cuando Houston levantó un 2-0: los Rockets de Olajuwon

Las dos únicas veces que la franquicia remontó este resultado acabó llevándose el anillo (1994 y 95). Recordamos la trayectoria de la 'Clutch City', pasando por el Beso de la Muerte.

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Cuando Houston levantó un 2-0: los Rockets de Olajuwon
DIARIO AS

Por decimosexta vez en su historia, los Rockets se ven con un 2-0 en contra en una serie de Playoffs. La lógica hace ver que sus opciones de clasificarse para las Finales sean mínimas (en estos casos acaba pasando en un 94% de las veces el equipo en cabeza). Pero guste o no, lo cierto es que en las dos ocasiones que la franquicia de Houston resultó campeona lo hizo levantando un 2-0 en el camino. Fue en los años 1994 y 1995, la época del dominio de Hakeem Olajuwon y del legendario Rudy Tomjanovich en sus banquillos.  Ya saben, “nunca subestimes el corazón de un equipo campeón”. Aquella frase del propio Tomjanovich tras firmar el back to back ha pasado a la posterioridad.

Los más puristas podrán esgrimir que no se puede comparar a la plantilla actual con la de hace dos décadas. Cierto. Pero conviene no olvidar que estos Rockets ya levantaron un 3-1 a los Clippers la semana pasada en una de las remontadas más bizarras que se recuerdan. Saben sobreponerse a la adversidad y jugar con presión. Aunque ahora, el reto es mayúsculo. Los Warriors no son los angelinos, sino uno de los equipos más dominantes en lo que llevamos de Siglo XXI. Si quieren torcer el brazo de los Curry, Thompson, Green, Bogut y compañía van a necesitar que James Harden continúe a su mejor nivel, que cualquiera de las articulaciones de Howard no vuelva a padecer el más mínimo contratiempo, que jueguen concentrados y al 110% de intensidad durante los 48 minutos, que todos y cada uno de los jugadores aporten y que Kevin McHale se doctore como técnico con alguno de esos ajustes tácticos reservados para los más grandes. La lista de tareas a realizar es complicada, más aún que coincidan a la vez en el tiempo. Pero merece la pena intentarlo. Sobre todo si se mira al pasado. Justo lo que vamos a hacer a partir de ahora.

Verano de 1993. El mundo de la canasta vive en estado de shock tras la retirada de Michael Jordan. Tras completar el primero de sus three peats con los Bulls, 'Air' quiso probar suerte como jugador de béisbol y así honrar la memoria de su difunto padre. El trono en la NBA quedaba vacante. Muchos eran los aspirantes a ocuparlo, pero solo uno podía convertirse en heredero. Así viajamos a mayo de 1994. En el segundo curso completo de Tomjanovich (cinco veces all star como jugador) como técnico de Houston, los Rockets habían firmado la que sigue siendo la mejor temporada regular de su historia: 58 victorias y 24 derrotas que, sin embargo, no les sirvieron para hacerse con el mejor récord (perteneciente a los SuperSonics de Seattle, los actuales Thunder).

En la primera ronda (aún al mejor de cinco partidos) se deshicieron de los Blazers con una aportación decisiva de su quinteto titular: Kenny Smith, Vernon Maxwell, Robert Horry,  Otis Thorpe y Hakeem Olajuwon. Entre los cinco promediaron 92 de los 109 puntos que encajaron lo de Oregón. Sin embargo, en la segunda ronda los Suns de Kevin Johnson, Charles Barkley y A.C. Green (uno de los mejores equipos de la historia sin hacerse con el anillo) sorprendieron a los texanos. Recuperaron el factor cancha al llevarse los dos primeros duelos celebrados en el todavía en pie The Summit de Houston. Dos duelos que los de Arizona acabaron llevándose pese a llegar a perder por rentas superiores a los 15 tantos. Especialmente significativa y cruel fueron los 20 puntos de renta que dejaron esfumarse en el último cuarto del segundo envite (en aquel momento, la mayor remontada de siempre en un cuarto periodo de los Playoffs) para acabar cediendo en la prórroga. “Parecía un depósito de cadáveres”, comentó el comentarista  de la televisión de los Rockets Bill Worrell al subirse al avión que desplazó al equipo a Phoenix.

Los de Paul Westphal tenían ante sí una oportunidad inmejorable de meterse en la final del Oeste. El 49-40 del descanso en el ‘Game 3’ así lo reflejaba, pero fue entonces cuando aquellos cohetes se revelaron. Maxwell explotó en la segunda mitad y Houston ganó ese y los dos encuentros siguiente. Los Suns forzaron el séptimo, pero la historia ya estaba escrita. Fue entonces cuando a raíz de una portada del ‘Houston Chronicle’ se pasó del término ‘Choke City’ (ciudad ahogada) a forjarse la leyenda de la ‘Clutch City’ (ciudad que se agarra, se affera).

Posteriormente, los de Tomjanovich se deshicieron de los Jazz (los de Jerry Sloan y la pareja Malone-Stockton) por un claro 4-1 para medirse en la Finales a los Knicks. Los neoyorquinos llegaron a ir perdiendo 3-0, pero de la mano de Ewing (qué duelos con Olajuwon aquellos) y John Starks se pusieron 3-3. Hubo que sufrir, pero finalmente los Rockets conquistaron su primer título. Un imperial Olajuwon completó un año simplemente extraordinario: MVP, Mejor Defensor de la temporada y MVP de las Finales. Quita el hipo decirlo así de carrerilla.

El curso siguiente no arrancó como se prevía. La liga regular fue un tormento y los actuales campeones se tuvieron que conformar con un 47-35 de balance y el sexto puesto en el Oeste. Si querían revalidar su corona tenían que superar un reto mayúsculo. Lo llevaron a cabo: se convirtieron en peor el equipo clasificado en conquistar la cima de la NBA, dejaron por el camino a cuatro franquicias con más de 50 triunfos, con  los cuatro mejores récords de aquel año. Para hacerlo, la llegada de Clyde Drexler a mitad de campaña resultó fundamental. Ejerció a las mil maravillas el rol de segunda espada de ‘The Dream’.

Remontaron un 2-1 ante los Jazz y en semifinales de Conferencia, de nuevo asomaron los Suns. Terrible batalla. Los de Arizona contaban esta vez con el factor campo y se llevaron los dos primeros partidos en el America West Arena. Con 2-0 abajo (la historia se repetía), los Rockets acortaron distancias en el tercero pero cayeron el cuarto. De vuelta a Arizona, parecían tener todo perdido. Ni mucho menos: forzaron el séptimo. Entonces, apareció Mario Elie para clavar un triple mortal, directo al corazón de Phoenix. Semejante puñalada la suavizó con el célebre The Kiss of Death (el beso de la muerte).

Pasaron a ver a Barkley y cía por el retrovisor cuando de repente amenazaban en el horizonte los Spurs del MVP David Robinson. Pero Hakeem dio un puñetazo encima de la mesa y gobernó la serie (4-2) con unos números de otra época: 35,3 puntos, 12,5 rebotes, 5 asistencias y 4,2 tapones. Lo habían conseguido, regresaban a unas Finales en las que los Magic de un joven Shaquille y de Penny Hardaway no fueron rival (4-0). Olajuwon repitió como MVP de la fase decisiva, algo que hasta aquella fecha sólo había hecho Jordan. El mensaje quedó claro, grabado a fuego en la eternidad del baloncesto: “Nunca subestimes el corazón de un equipo campeón”.