ANÁLISIS | CLEVELAND CAVALIERS

Cleveland y LeBron tienen cuentas pendientes con Dios

Los Cavaliers quieren vengar 51 años sin que la ciudad tenga un campeón. LeBron comanda un éjercito que se enfrentará a Stephen Curry y sus Warriors.

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Cleveland y LeBron tienen cuentas pendientes con Dios
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Malheridos, rotos y dañados. Así llegan los Cavaliers a unas Finales de la NBA que levantarán el telón este jueves (03:00, C+1 y C+Deportes) en el Oracle Arena de Oakland, la casa de los Golden State Warriors. Las segundas en sus 45 temporadas de historia. Todo un hito para una franquicia que se enfrentará al MVP Curry con sólo dos de sus tres grandes. Y de esos dos, uno (Irving) arrastra unos problemas físicos que le han hecho jugar sólo dos encuentros en la final del Este ante Atlanta y que han reducido su cantidad de minutos según avanzaban los playoffs por el título. De los 41 minutos de media ante los Celtics a los 24 frente a los Hawks con paso intermedio por los 34 ante los Bulls. Mientras que el otro (LeBron James) acabó, digámoslo de forma suave, bastante cansado en la batalla de Georgia. Malos presagios. Una vez más, parece que Dios odia a Cleveland como dijo Bill Simmons. Otra vez.

Plantilla

Quinteto inicial:

K. Irving.

I. Schumpert.

L. James.

T. Thompson.

T. Mozgov


Principales suplentes:

M. Dellavedova.

J.R. Smith.

J. Jones.

M. Miller.

K. Perkins.

El camino a las Finales

Liga Regular: 53-29.

Primera ronda: 4-0 vs. Boston Celtics.

Semifinales: 4-2 vs. Chicago Bulls.

Final del Este: 4-0 vs. Atlanta Hawks.

Estadísticas de playoffs

Puntos:

LeBron James (27,6).

Rebotes:

LeBron James (10,5).

Asistencias:

LeBron James (8,3).

Robos:

LeBron James (1,7).

El Altísimo nunca ha mirado con buenos ojos a Cleveland, seamos sinceros. Desde 1964 ningún de sus equipos ha ganado un gran campeonato. Ni en fútbol americano, ni en béisbol, ni en hockey, ni por supuesto en baloncesto. Lejos queda el recuerdo de los Browns campeones. 143 campañas en conjunto acreditan una maldición a la que sólo persigue con la lengua fuera San Diego con 107. Y la ciudad quiere sangre, vengarse. Rebelarse y dejar de ser el ángel bueno, para caer al infierno y levantarse en armas comandados por El Rey. Por LeBron James, El Elegido. Nunca un apodo ha tenido tanto significado como en este momento. Nadie lo tendría si no estuviera decidido a romper las reglas establecidas. A finiquitar la tradición más aberrante y longeva de los Estados Unidos.

LeBron se ha puesto el mundo por montera y sabe que su vuelta no puede, no debe, quedarse en un quiero y no puedo. Ha asaltado todos los castillos que se han interpuesto entre él y la gloria y ahora no es el momento de pararse. En este tiempo de postemporada ya se ha alzado con el sexto puesto de máximos anotadores históricos, es el tercero en número de partidos con 30 o más puntos, el segundo con más triples-dobles y con más encuentros de 30 puntos, 10 rebotes y 10 asistencias. ¿Qué son los Warriors ante esto?

"Estoy en el mejor momento de mi carrera", ha confesado James. Y es verdad. Su rodillo muestra un liderazgo contagioso y maduro. Ya demostró en Miami lo que sucede cuando tienes su presencia tan cerca: te elevas. En los cuatro cursos que duró el experimento del Big-Three de los Heat muchos jugadores salieron de las tinieblas. Los secundarios, los nombres menos conocidos e importantes daban un paso adelante con él y lo más asombroso era que el camino no daba con un barranco al final. Mario Chalmers, Udonis Haslem, Mike Miller, James Jones, Joel Anthony, Norris Cole... tuvieron, con mayor o menor impacto, papeles más que decentes en momentos claves del proyecto dirigido por Spoelstra. Y ahora la historia se repite.

Con James al mando se ha recuperado a J.R. Smith, perdido para cualquier causa noble en los Knicks, y brillan con intermitencia (pero brillan) Matthew Dellavedova, Iman Shumpert, Tristan Thompson, Timofey Mozgov... Es la fuente de la eterna inspiración. "Es el mejor base, el mejor interior, el mejor jugador sobre la pista", subrayó el eterno Magic Johnson tras su enésima exhibición ante el segundo mejor equipo esta temporada en la NBA, el campeón del Este: unos Atlanta Hawks que se deshicieron ante el huracán que mantiene en funcionamiento David Blatt desde el banquillo. El mérito del técnico es mayúsculo. Él venía a dirigir a un bloque joven, con mucho camino por delante y se encontró con esto. Ha tenido que aprender mucho y en un límite de tiempo demasiado corto. Incluso Gregg Popovich tuvo una temporada y media para aclimatarse a la dirección principal de los Spurs antes de asaltar la banca con su primer campeonato en 1999.

Y el camino hasta la sexta final, la quinta seguida, no ha sido fácil para LeBron. Demasiada expectación, demasiado ruido, demasiadas prisas y cambios que se notaron durante el primer tercio del curso. El equipo no carburaba. No había chispas y las bofetadas caían a diestro y siniestro. El dos veces campeón de la NBA rajaba. Hablaba de falta de compromiso mientras Blatt temblaba y Love era menospreciado (un poco al estilo Bosh). Nadie estaba cómodo y LeBron paró por una bendita lesión. Pocos encuentros, pero fueron fundamentales. Regresó y en los siguientes 39 partidos ganó 32 que aumentaron en 12 más en los 14 encuentros que llevan los Cavs en unos playoffs que han desembocado en las Finales, donde LeBron ha regresado 365 días después y los Cavaliers, 2.920. Ahora sólo queda arreglar unas cuantas cuentas pendientes con Dios.