ANÁLISIS

¿Es este el último tren para estos Grizzlies de Marc Gasol?

Memphis lleva un lustro siendo uno de los equipos más competitivos de la NBA. Pero si esta temporada no se acercan al sueño del anillo, pueden llegar cambios bruscos.

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¿Es este el último tren para estos Grizzlies de Marc Gasol?
MIKE BROWN DIARIO AS

Memphis Grizzlies acumula cinco temporadas seguidas en playoffs (Marc Gasol lleva siete en la franquicia). Y cuatro por encima del 60% de triunfos en Regular Season. En esas cuatro ha ganado 202 partidos. Los Spurs se han ido a 225, los Thunder a 211 y los Clippers a 209. Pero los Rockets se han quedado en 189, los Warriors en 188 y los Mavericks en 176. Los Grizzlies han sido, repetidamente (como un martillo pilón, es una de sus señas de identidad) uno de los mejores equipos de la NBA en el último lustro. Pero su techo ha sido una final de Conferencia sin victorias (4-0 ante los Spurs en 2013, el año en el que Marc fue elegido Mejor Defensor de la NBA).

Memphis Grizzlies ha sido, además, una franquicia modélica en esta hermosa galopada de su grit and grind, un baloncesto ultra físico y de vieja escuela que mueve lentamente las cadenas en ataque, fluye a través de los pívots y se fortalece con una defensa quirúrgica y musculosa: hermética. La llegada como propietario de Robert Pera (37 años, uno de esos millonarios precoces criados en los pechos de Silicon Valley) ha aportado modernidad y sinergia renovadora. Y la salida de Lionel Hollins apenas se notó con el relevo simétrico que tomó Dave Joerger. Los Grizzlies han cambiado poco, han competido mucho y han sido una visita al dentista para cualquier rival, sobre todo los que visitan su Grindhouse del FedEx Forum. Un año más están entre los equipos que pueden (de verdad: pueden) ser campeones de la NBA. Pero un año más parece que tendrán las mismas virtudes y defectos que los anteriores. En los que finalmente no les ha bastado. Y la clave no está ni en ese defectos ni en el no les ha bastado. Está en el un año más.

La ecuación no resuelta del tiro exterior

La identidad de los Grizzlies es diáfana. Transparente: un equipo sobresaliente en defensa y correcto en ataque. Demoledor en las zonas pero liviano en el perímetro. Así ha sido en estos últimos años y cuesta creer que no haya habido forma de incluir un tirador que abra la pista, aporte puntos por fuera y sume en unas estadísticas que finalmente se quedan cortas cuando hay que ganar cuatro partidos de siete en los actuales y casi imposibles playoffs del Oeste. No ha llegado, tampoco en este último verano, todavía el jugador que resuelva ese puzzle ni por talento (Matt Barnes) ni por consistencia (Jeff Green). Ni se ha dibujado una fórmula que rasque soluciones sin lastrar esa solidez defensiva de la que parte todo (los minutos en el cuatro abierto de Leuer o el propio Green…). ¿Memphis, tenemos un problema? No: Memphis, tenemos el mismo problema.

Los Grizzlies, datos, llevan tres años siendo uno de los dos equipos que menos triples ha intentado en cada Regular Season. En las tres sumadas acumulan 860 menos que cualquier otra franquicia en una NBA que se inclina hacia el perímetro: de 14,8 triples intentados por equipo y partido en la temporada 2011-12 a 22,4 la pasada. Mike Conley es un buen tirador (y un excelente base que casi nunca se equivoca y al que muchos tardaron en valorar como merece) pero recurre poco (1,7 por partido) a levantarse desde la línea de tres puntos en jugadas individuales en las que él ha conducido la bola (una acción a la que sacan brillo Harden, Paul, Irving, Paul o, por supuesto, Curry). Eso resta puntos pero también alivia a una defensa rival que puede guardar atrás las líneas tras los bloqueos de Marc y Randolph). Y Tony Allen, ya se sabe: uno de los mejores guards defensivos del último lustro (seguramente el mejor) y una muñeca rota. Va todo en el lote: en los últimos tres años citados, sólo Shaun Livingston (analizando bases y escoltas) ha jugado más de 4000 minutos y ha tirado menos triples que él.

Dicho esto, : los Grizzlies tienen energía, sostenibilidad colectiva, un gran base infravalorado y una de las mejores y más (complementarias) parejas interiores de la última NBA: Zach Randolph, un cuatro maravilloso, y Marc Gasol, ya para casi, casi todos el mejor pívot de la NBA.

Éxito rotundo… ¿o un panorama distinto?

Otra de las claves de los últimos Grizzlies ha sido la estabilidad. Pocos cambios, movimientos sensatos, núcleo duro. Pero, ¿qué sucedería ante otra temporada de muchas victorias pero chasco final en playoffs? Tony Allen tiene 33 años y Zach Randolph 34, catorce de ellos peleando (literalmente) en una Liga en la que ya emitió ciertos síntomas de retirada la pasada campaña: menos viajes a la línea de tiros libres, algo menos de voracidad reboteadora en algunos partidos (eso sí: finalmente 10,5 por noche. Básicamente porque es buenísimo). Así que, si los Grizzlies piensan en cambios que realmente modifiquen el estilo de su proyecto, tendrán que enhebrar la edad de esas dos piezas tan vinculadas a su personalidad como equipo con las opciones que ofrece un salary cap que no va a parar de crecer gracias a los nuevos acuerdos televisivos.

Este año los Grizzlies gastarán en salarios más de 80 millones de dólares. El cap ronda los 70 y el impuesto se sitúa en 81,6. Para la próxima temporada tienen comprometidos 52,5 millones: 21,2 de Marc, 10,3 de Marc, 5,7 de Brandan Wright, 5,5 de Allen, 4,2 de Carter… Carter (38 años) es otra obvia pieza que sobraría a un equipo que tendría que afrontar la renovación (carísima) de Mike Conley, que termina contrato en sus 9,5 millones de esta temporada. Pero el salary cap para la 2016-17 se proyecta en unos 90 millones. Descontados esos 52,5 antes de posibles movimientos más o menos significativos, habría dinero para renovar a Conley y remover el mercado en busca de piezas de primera categoría: cambios.

Así que sí este año la cosa no sale especialmente bien o si el trayecto en playoffs es corto (y en el Oeste se juegan eliminatorias con nivel de final de Conferencia desde primera ronda), los Grizzlies podrían darse algo más que un lavado de cara el próximo verano. Y seguramente volver a competir pero, tal vez, ya no a partir del hasta ahora sacrosanto emblema del grit and grind