BUCKS 108-WARRIORS 95

Unos Warriors agotados caen y frenan en 28 triunfos seguidos

Los Bucks, con triple-doble de Antetokounmpo y un gran partido de Monroe, doblegan a los Warriors, que dejan su récord de arranque en 24-0 y su racha de victorias, en 28.
Final NBA: Warriors vs Rockets, juego 7

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El 9 de enero de 1972 la racha de 33 victorias seguidas de Lakers terminó (120-104) en Milwaukee, ante los Bucks de Oscar Robertson y Kareem Abdul-Jabbar, que después ganaría cinco anillos en L.A. Esa seguirá siendo por ahora una marca por batir, otra vez oficialmente imposible de alcanzar hasta que se demuestre lo contrario. Porque Golden State Warriors paró en 28 triunfos consecutivos tras perder en… Milwaukee, claro (108-95). Uno de los mejores tramos de baloncesto de toda la historia de la NBA deja ya otro récord cerrado: 24-0 para abrir curso. Los Warriors quedan 24-1 y los Bucks se dan un baño de autoestima y felicidad en una temporada que les ha salido muy torcida. Con ambiente de playoffs en las gradas y camisetas con el lema “24-1” entre el público, se consumó un milagro auspiciado por el calendario.

Porque, y por eso esas 33 victorias seguidas (como el 72-10 de los Bulls) son casi inalcanzables, el gran enemigo de los equipos que no tienen enemigos es el calendario. Los Warriors jugaron deshechos un partido que empezaron a perder cuando sobrevivieron a dos prórrogas en Boston menos de 24 horas antes. En realidad era la última fecha de una gira-emboscada por el Este: seis partidos en once días, los tres últimos en cinco y un back to back como cierre. Tras sobrevivir en Toronto y Boston, la derrota llegó ante un rival que está ahora en 10-15. Pero no eran los Bucks: era el calendario. Agotados por sensaciones y lenguaje corporal, los Warriors no fueron los Warriors. Sin Harrison Barnes, con Klay Thompson renqueante y una versión muy humana de un Stephen Curry fundido. Por primera vez en la temporada no llegaron 100 puntos (promedian más de 115, anotaron 95). Se quedaron en seis triples cuando anotan trece por noche (6/26) y sus porcentajes de tiro cayeron de un 48% a menos de un 41. Sí, fueron los Bucks. Pero sobre todo fue el calendario.

Y, con todo y siempre a remolque, por un momento sobrevoló el Bradley Center la misma sensación de impotencia que ha atrapado a todos los equipos de la NBA en los últimos meses, no digamos en este arranque de temporada. Tras hacer casi todo bien y dejarse el alma en cada defensa, los Bucks vieron como un 67-54 se convirtió en un 78-77. Pero sobrevivieron a su propio miedo gracias en gran medida a unos regalos que los Warriors casi nunca hacen: puntos fáciles tras pérdidas tontas, segundas oportunidades tras rebote de ataque y control del ritmo gracias a una tonelada de tiros exteriores fallados por su rival: 4/15 en triples para los Splash Brothers, sólo dos de un Curry que, algo es algo, mantiene viva su racha de partidos consecutivos anotando al menos uno (van 89, Kyle Korver a lo lejos: 127). La última mano de la partida se resolvió en el arranque del último cuarto, cuando los Warriors se pasaron casi seis minutos con sólo dos puntos (de 80-77 a 91-79) porque Luke Walton sostuvo un quinteto con Jason Thompson y un agotado Ezeli por dentro y un ofuscado Iguodala por fuera. Ya era tarde cuando volvieron Curry (con todo, 28 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias) y Draymond Green (24 puntos, 11 rebotes y 5 asistencias... pero 6 pérdidas impropias de él y faltas absurdas en momentos importantes).

En todo caso, ese tramo de rotación inamovible dejó claro que estos Warriors, como es lógico, no juegan para batir récords aunque por su juego los batan: juegan para repetir anillo y ni pueden ni deben reventar a sus mejores jugadores persiguiendo sombras (maravillosas, pero sombras) a cuatro meses de los playoffs. Nosotros, mientras, seguiremos con nuestras cosas. Disputados estos mismos 25 partidos, los Bulls del 72-10 (1995-96) estaban 23-2.

Giannis y Monroe sellan la gesta

Los Bucks, que pusieron su nombre en la historia y que necesitan noches como esta para invertir su actual deriva hacia la depresión, jugaron un partido perfecto, su partido. En su mejor versión es un equipo joven y muy físico, con brazos kilométricos en todas las posiciones y por toda la pista (así debería ser aunque no está siendo). Recuperando balones para correr y evitar sus lagunas en estático, reboteando y metiendo músculo, le hicieron la vida imposible a un rival que dejó pronto de pensar en las 33 victorias de los Lakers y se puso a pensar en volver a casa. Su próximo partido será el miércoles, por fin de vuelta en Oakland y ante Phoenix. Y el siguiente, el viernes ante estos mismos Milwaukee Bucks que devuelven visita y que, un consejo, deberían meter el chubasquero en la maleta.

Giannis Antetokounmpo firmó el primer triple-doble de su carrera: 11 puntos, 12 rebotes y 10 asistencias. Lo había dejado casi hecho (9+8+7) en un primer tiempo en el que, sobre todo en el segundo cuarto, expuso la diferencia física que había entre los dos equipos, la clave cuando se le acabaron las balas a OJ Mayo (4/5 en triples en el primer tiempo, 4/8 total: 18 puntos). Al final, y con los pívots de los Warriors muy desgastados, decidió (entre el repiqueteo de Jabari Parker y Carter-Williams) Greg Monroe, uno de esos jugadores bajo sospecha. De enorme talento en el poste pero casi siempre incapaz de defender y con problemas para trasladar sus buenos números a las sensaciones de su equipo. Esta vez cerró el partido con 11 puntos en el último cuarto, algunos tras rebotes de ataque fundamentales entre las oleadas de los Warriors. Y terminó con 28 puntos, 11 rebotes y 5 asistencias, un flash del jugador que podría ser pero que no suele ser (tiene todavía 25 años…). Con sonido de tambores de guerra, griterío de playoffs y aroma a milagro, Milwaukee Bucks repitió historia casi 44 años después: las dos mejores rachas de victorias de siempre terminaron en su pista. Es algo que contar, al menos. De su rival, estos Warriors todavía perfectos pese a esta derrota, tendremos muchas más cosas que contar a partir de mañana. Muchas.