BARCELONA 72 - REAL MADRID 65

El Barça se levanta tras una reacción histórica del Madrid

Paso de gigante azulgrana hacia cuartos tras ganar uno de los Clásicos más locos que se recuerdan. El Madrid perdía por 25 y se puso 6 arriba. Perperoglou y Satoransky, brillantes.

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Triunfo clave del Barcelona Lassa que le acerca a los cuartos de final tras llevarse uno de los Clásicos más locos que se recuerdan. Salida en tromba (25-4 en el primer cuarto y 31-6 y 39-16 luego) contestada por una reacción descomunal de los de Laso. La mecha la encendió Llull con dos triples al galope para un 0-12 de corrido (15-24 en el segundo cuarto). Su equipo, sin embargo, volvió a pegar un bajón en la reanudación. Cuando todo parecía hecho en Can Barça (del 42-30 al 49-32, minuto 25) surgió el Real, ahora sí, de las grandes remontadas. Un parcial ciclópeo de 3-26, con una defensa de enorme actividad y Sergio Rodríguez y Ayón dándolo todo, puso al Palau patas arriba: 52-58. Habían pasado apenas siete minutos. Era una Clásico camaleónico y lo que parecía entonces blanco, blanquísimo volvió a cambiar de color, dos tonos: azulgrana.

Satoransky emergió con un triple y un matazo sobre Ayón para devolver el pulso a los suyos. Literal. El muerto revivía. Alma de campeón. En la otra trinchera se ahogaron por la crecida del río, justos de fuerzas ya, paralizados en ataque y con varios jugadores en día aciago en el tiro, como Maciulis (0 de 7). Y como Rudy, Llull, Rivers... También el Chacho, aunque conectó un par de alley-oops con Ayón bajo el sol abrasador de los últimos minutos. Nadar para morir en la orilla pese a los errores culés desde la personal (hacer un Dorsey es hacer un 0 de 4, más otro que mandaron repetir los árbitros, y un Samuels, un 1 de 6). Fallos que solventaron con rebotes, muchos (48 a 36).

El Barça supo levantarse a tiempo, como hacen los grandes equipos. Supo salir del barro tras tocar la gloria. El Madrid, en cambio, careció de instinto letal. Dejó escapar viva a su presa después de tenerla entre los dientes, después de una remontada tan antológica como vana (21-52 de parcial global). Más allá de la heroica, mal partido.

Inicio desconcertante.

El Clásico más decisivo en una fase regular de los últimos tiempos tuvo una puesta en escena impensable segundos antes del salto inicial. El Barça lo hizo tan bien y el Madrid tan rematadamente mal, que los blancos parecían Harold Lloyd en una de sus obras maestras. Se movían por la pista como lo hacía el famoso cómico del cine mudo. Una astracanada, nos retrotrajo al Madrid de su época más negra. La peor imagen de la era Laso. Aún hay más: la anotación más baja de siempre del Real en un cuarto de la Euroliga: cuatros míseros puntos en el primero.

Al partido se llegaba con un balance de 2-0 en los duelos directos. Este jueves comprobamos que no era casualidad. Pascual salió a hacer lo mismo, pero mejor, el Madrid utilizó las mismas armas para frenar a los dos jugadores que más daño le habían hecho en diciembre y enero: Satoransky y Doellman. Carroll con el base checo, que ante su superioridad física, fue un ciclón sobre el parqué (10 puntos en un suspiro). También desbordó a Llull y solo los cambios defensivos y Taylor le sujetaron mejor (también supuso un respiro la entrada de un pésimo Arroyo). Y Reyes frente a Doellman, algún rebote de ataque del nueve y sufrimiento continuo ante la movilidad de El Capitán América. Al superhéroe de las canastas in extremis lo amordazó mejor Maciulis. Las mismas respuestas que no funcionaron antes para repeler idénticas amenazas. Además, Ayón fue de inicio una sombra ante la intimidación de Dorsey. Casi todo se corrigió, pero ese +25 marcó el Clásico. Y Perperoglou en una actuación bárbara lo sentenció (20 puntos y 6 rebotes). Los esfuerzos extras cuando hay que tirar de ardor guerrero pasan factura.

El Barça ha cambiado el paso, se ha sacudido el dominio de los de Laso: 3-0 ya este curso y el average particular, que es mucho en este grupo de la muerte. El playoff de cuartos se acerca a la Ciudad Condal (calendario más fácil). El Madrid, en cambio, no ve el horizonte, solo cumbres borrascosas. Debe ganar ahora en Atenas o en Vitoria. O en los dos sitios. Y no fallar ante el Khimki en casa en la última jornada.