CARTA DEL ESPAÑOL A LA MAMBA

Pau Gasol se despide de Kobe: "Éramos perfectos juntos"

Estamos a solo unas horas de que Kobe Bryant dispute su último partido en la NBA. Así se ha despedido Pau Gasol: una carta en la que explica lo que ha sido el '24' para él.
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NBA

Es hora de asumir que se acaba la carrera de uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia. Kobe Bryant, de 37 años, disputará la próxima madrugada ante Utah Jazz (4:30 hora española) su último partido en la NBA. La Mamba colgará las 'zapas', dejando atrás 20 temporadas en las que ha conseguido ligar su nombre a muchos adjetivos: ganador, competitivo, insaciable... Y lo hará después de muchos meses de despedidas, en los que toda la Liga ha tenido la oportunidad de decirle adiós como se merece: a lo grande. Hace mucho que se acabaron las grandes pitadas en parqué ajeno; hace mucho que los aficionados de todos y cada uno de los equipos le despiden en pie. La NBA no para y las estrellas vienen y van, pero las leyendas son para siempre. Nunca será lo mismo sin Kobe.

La retirada del ya mítico escolta de Los Angeles Lakers ha tenido, por cuestiones evidentes, un efecto especial en Pau Gasol. El mejor español de la historia del deporte de la pelota naranja compartió más de seis años con Bryant en los pasillos del Staples Center (desde febrero de 2008 hasta el final de la 2013-14). Más de seis años de entrenamientos, aviones, cenas, hoteles, etc. Más de seis años en los que, codo con codo, ganaron dos anillos en tres finales y quedaron unidos para siempre. Y es por eso que el español ha querido despedirse de manera especial de su "hermano" Kobe Bryant. Lo ha hecho mediante una carta (o un discurso) que transcribe el prestigioso periodista de Sports Illustrated Lee Jenkins.

De Gasol para Kobe

"Mi primer día en los Lakers, quedé con el equipo en el Ritz de Washington D.C., y a la 1:30 de la mañana alguien llamó a mi puerta. Después descubrí que Kobe no duerme demasiado. Me senté en la cama, creo, y él se sentó en la mesa que había al lado de la televisión. Me dio la bienvenida al equipo, y después me dijo que era 'el momento de ir a por todas'. Era el momento de ganar. Él sentía que yo podía llevarle de nuevo a la cima, y quería asegurarse de que yo lo supiese. 'Ésta es nuestra oportunidad', me dijo. Fue convincente (intenso) y muy significativo.

Éramos perfectos juntos. 

Gran parte del triángulo ofensivo se basa en las lecturas del juego, en trabajar los unos con los otros y en entenderse. Yo entendía el juego. Era meticuloso al respecto. Creo que él lo apreciaba. Creo que lo veía como algo refrescante. Nuestra relación fue muy bien desde el principio. Los dos sabíamos que necesitábamos al otro para tener éxito.

En la NBA hay tantos partidos que es fácil dejarse llevar. Él mantenía a todo el mundo preparado. En los entrenamientos, retaba a la gente. Hacía trash talking. Aquello no era para todo el mundo. Algunos jugadores no pueden aguantar todo eso, pero a mí no me importaba. Era su forma de motivarte y empujarte a que dieras más. Es fácil acomodarse. Él se aseguraba de que nadie estuviese cómodo.

Después de perder el sexto partido de las Finales de 2008 ante los Celtics, no hablamos mucho al respecto. Era hora de digerir lo que había sucedido, de preguntarnos por qué nos habíamos quedado cortos y de dejar que ese fuego ardiera dentro de nosotros; dentro de nuestros estómagos. Entramos en la siguiente temporada con una actitud diferente: más fuertes, más agresivos y más decididos. Creo que por eso ganamos los dos campeonatos siguientes.

Si juegas con él, ves todos los días la prueba viva de por qué los más grandes son los más grandes. No es un accidente. Es una obsesión: llegar a ese nivel y mantenerse. La dedicación, el compromiso... Es algo único. No se encuentra por ahí. Él me inspiró para mejorar, me ayudó a reparar en los detalles del juego. 

Batimos a los Magic en las Finales de 2009, y todo el mundo estaba muy contento, pero para él era diferente. Tenía un significado especial. El baloncesto era su vida y ganar su devoción. Y no digo que su familia no fuera primero, significa la vida para él, pero el baloncesto le llegaba muy dentro.

Cuando el traspaso de Chis Paul, del que yo iba a formar parte, fue vetado en diciembre de 2011, él fue como un hermano mayor, defendiéndome. Llegado el momento, les dijo a los Lakers, 'si vais a traspasarle, haced lo que tengáis que hacer. Si no, dejadle en paz y dejad que juegue'.

No nos veíamos tanto fuera de la cancha, pero hacia el final comimos bastantes veces los dos solos y recordamos viejos tiempos. Cuando yo estaba decidiendo si debía dejar los Lakers en 2014, él vino a mi casa de Redondo Beach. Me dijo que quería que me quedara en L.A. y luchara junto a él hasta el final de nuestras carreras. Esas fueron sus palabras. Yo le dije que estaba en un momento en el que necesitaba un cambio en mi corazón. Necesitaba cambiar de aires. Fue una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, decirle, 'he decidido que no voy a seguir jugando contigo'.

Fiché por los Bulls porque quería estar en posición de poder ganar otro título. No he sido capaz de lograrlo. Le echo mucho de menos. Echo de menos su presencia. Echo de menos su actitud. No hay muchos jugadores que la tengan.

Lo del cisne blanco, el cisne negro, todo aquello no me preocupaba. No me enfadaba. Significaba que a él le importaba. Era amor duro. Me retaba porque esperaba más de mí. Cuando le importas a alguien, entonces es cuando te ponen a prueba. Cuando no les importas, te ignoran. Es entonces cuando te tienes que preocupar. 

Puede que esté dolido porque sé lo que se siente al ganar, y adoro esa sensación. Me cambia el estado de ánimo. Me afecta. Creo que ganar extenderá mi carrera y me motivará a hacer más. Estar junto a Kobe tuvo un gran impacto en mi vida. Voy a ser agente libre este verano, y ahora pienso en eso. Quiero sacar el máximo de los años que me quedan. Quiero volver a formar parte de algo especial".