El verano en la ‘Lob City’ quedó marcado por lo que pudo ser y no fue. Pese a las renovaciones de todo un tres veces mejor Sexto Hombre como Jamal Crawford (42 millones de dólares a repartir en tres años) y del cada vez más protagonistas Austin Rivers (35 millones por otros tres cursos), los nombres de Kevin Durant y Blake Griffin acapararon todas las miradas. El primero les concedió el honor de ser una de las franquicias con las que se reunió en privado para determinar su futuro. Su llegada hubiese hecho saltar por los aires el plan previsto, pero en realidad los Clippers sólo llegaron a soñar con él. Disipado el espejismo, todos los rumores apuntaron al señalado Blake Griffin. El ala-pívot vivió en la 2015-16 la temporada más complicada y amarga de su carrera tras protagonizar un feo incidente con un encargado de material. Esto, unido al hecho de que puede optar por salirse del contrato en el verano de 2017, hizo que a Rivers le surgieran dudas y sondeara la posibilidad de un traspaso. Aunque finalmente la línea continuista se impuso a la rupturista y Griffin seguirá siendo una de las dos piezas fundamentales del equipo.

Meras hipótesis al margen, destacan las apuestas por un bloque de veteranos al que bastó un mínimo contrato para sumarse a la causa: Raymond Felton, Alan Anderson y Brandon Bass —al que Rivers conoce bien de su etapa en los Celtics— llegan para reforzar a la segunda unidad. La misma que contará con la polivalencia y el tiro exterior de un Marreese Speights que ya demostró el curso pasado su valía en los Warriors.

En lo que respecta a la noche del draft, el equipo de Steve Ballmer apostó por dos interiores para aportar una sopla de aire fresco a Griffin y DeAndre. A Brice Johnson (número 25) se le ve más hecho que a Diamond Stone (40).

Ampliar