PHILADELPHIA 76ERS

Embiid: "Aprendí a tirar fijándome en personas blancas y corrientes"

Os presentamos el lado más íntimo y personal del jugador de los Sixers. 854 días después del draft 2014, el pívot camerunés debutó en la NBA.

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Embiid: "Aprendí a tirar fijándome en personas blancas y corrientes"
Mitchell Leff AFP

854 días después de la noche del draft 2014, Joel Embiid pudo al fin debutar en la NBA. Dos temporadas en blanco y un sinfín de contratiempos que desembocaron en los 20 puntos y 7 rebotes en 22 minutos que consiguió anoche ante los Thunder. Los Sixers acabaron perdiendo por un ajustado 97-103, pero por primera vez en mucho tiempo se pudo percibir que algo grande se está gestando en Philadelphia. Y en buena medida esta ilusión se debe a la presencia de Embiid sobre el parqué. No se recordaba nada parecido desde los tiempos de Allen Iverson. Casi nada para este chico hecho a sí mismo, risueño y con carisma. Mucho carisma. Tanto que, tirando de ironía, no pone reparos a la hora de explicar cómo aprendió a tirar: "Viendo a gente blanca. Simplemente en personas blancas y corrientes. Puedes encontrar vídeo de ellos en la red".

Pero conviene ser cautos. A sus 22 años, ya ha sufrido una fractura del hueso navicular del pie derecho y una posterior y traumática recaída que le han obligado a pasar dos veces por el quirófano. Por ello, para evitar una tercera lesión en la misma zona que podría dejar su carrera en el alambre, los Sixers han establecido un severo plan de restricción de minutos en torno al pívot. Algo comprensible, aunque él quiera justo lo contrario. Estos dos últimos años alejado de la cancha se le han hecho interminables. Como cuenta Lee Jenkins en un artículo en 'Sports Illustrated', los miembros del cuerpo técnico le impedían siquiera tocar el balón cuando acudía a los entrenamientos de su equipo.

El plan de rehabilitación era muy claro: prohibido correr. El único ejercicio que tenía permitido hacer, levantar pesas. Lo que se tradujo en un aumento de 7 kilos de peso que le trasladaron por encima del umbral de los 130. Y por si fuera poco, la peor de las tragedias le golpeó a mediados del mes octubre de hace dos años. Arthur, su hermano pequeño, falleció en un accidente de tráfico en Camerún (país que Joel había abandonado en 2011 con rumbo Estados Unidos). Un mazazo en toda regla que, unido a su inactividad por lesión, le hizo replantearse su camino vital. 

Por la cabeza se le pasó la idea de poner fin a su carrera sin ni siquiera haber debutado en la NBA. "Quería huir de todo ese drama, mantenerme lo más lejos posible", le confiesa a Jenkins. Estaría ahora mismo en Camerún, quizá retomando su carrera como jugador de voleibol (el deporte que practicaba junto al fútbol —su otra gran pasión— antes de comenzar a jugar al baloncesto con ¡16 años!) y no estaríamos hoy congratulándonos por su gran estreno en la mejor Liga del planeta. Pero una novia que tenía por aquel entonces (su primera, según sus propias palabras), consiguió convencerle. "Tenía razón. Mi vida es como una película", añade. Un film del que conocemos el comienzo, pero cuyo final apenas logramos intuir. 

"Todo ha sucedido demasiado prisa", explica. Apenas cuenta con 22 años, pero sus vivencias no son acordes a su edad. Criado en Yaundé, la capital política de su Camerún natal, su futuro estaba en Francia, adonde iba acudir a estudiar INEF y perfeccionar así sus dotes como voleibolista de no ser por Richard Mbah a Moute. El hoy jugador de los Clippers ha sido su padrino durante toda su corta carrera. Embiid llevaba unos meses siguiendo partidos de la NBA, así que acudió al campus que su compatriota organizaba en su ciudad. No podría imaginarse lo que estaba por llegar. Un año después cogía un avión para tratar de abordar su particular 'sueño americano'. Aterrizó en Florida, en el colegio Montverde Academy.

Su adaptación fue de todo menos fácil. El chico al que sus padres le obligaban a lavarse la ropa a mano pese a contar con servicio doméstico, sufrió en su propia piel los agravios del que es diferente. Sus compañeros se burlaban de su acento y en la cancha tomaban partido de su torpeza (apenas llevaba unos meses practicando un deporte que el resto llevaba jugando desde su niñez). "No podía coger el balón, todos me empujaban. Cada día sentía que me pateaban el culo", rememora. Prosigue con su relato: "Pensaban que me crié siendo pobre, viviendo en la selva y matando leones. Pese a que era muy blando por entonces, decidí sacar partido de ello. Comencé a asustarles. Me cogieron miedo. Tuve que pelearme constantemente, sólo así conseguiría que dejaran de reírse de mi". Los enganchones y su mal comportamiento obligaban, a veces, a su entrenador a expulsarle del entrenamiento. Lo que no supo hasta hace poco es que aprovechando uno de sus castigo, Kevin Boyle adivinó el futuro. "Algún día, le pediréis dinero prestado", les advirtió al resto de sus pupilos.

Poco a poco, Embiid fue encontrando su sitio. En 2013, optó por enrolarse en los Jayhawks de la Universidad de Kansas. Apenas pasó una temporada en la NCAA, lo suficiente para demostrar su valía y convertirse en el máximo favorito a hacerse con el número uno en el draft del año siguiente. Sin embargo, poco antes del ' Día D' (de draft) durante un entrenamiento privado con los Cavs, se produjo la grave lesión en el pie. El 20 de junio pasó por el quirófano, pero Sam Hinkie decidió apostar por él como el número tres de la clase 2014. Tras campañas de continuas decepciones, Hinkie ya no forma parte de la dirección deportiva de los Sixers, pero su 'Proceso' (The Process) sigue vivo. Joel se ha encargado de que así sea: "De verdad siento que yo soy el 'Proceso".

Así es como este chaval, aficionado del Real Madrid y declarado seguidor de Rihanna, ha querido honrar al padre deportivo de unos Sixers que parece que, por fin, vuelven a ver la luz al final del túnel con Simmons, Saric, Okafor, Noel o Sergio Rodríguez en el equipo. Hinkie fue uno de sus grandes pilares tras el fallecimiento de su hermano y una de las figuras que le rescató de su época más oscura. No, Joel Embiid ya no ese chico perdido que dormía por las tardes y se pasaba las noches en vela jugando al Fifa o al Madden de la suite de un hotel de Philadelphia porque no podía entrenar por culpa de la lesión en el pie derecho. "Era como un vampiro", reconoce. Esa época queda atrás. Embiid ya sabe lo que es jugar en la NBA. Sólo ha sido un partido, pero ha reafirmado la vigencia de todos esos informes que le sitúan como una de las superestrellas del futuro. Y con él, Philadelphia vuelve a sonreír. Joel Embiid ya está aquí. Y esperamos que sea para quedarse.  

*Este artículo se ha elaborado a raíz del publicado por Lee Jenkins en 'Sports Illustrated': 'I'm the Process'.