En Nueva Orleans llega un domingo de gigantes o estrellas, bajo la misma sombra telúrica del Superdome que consagró en 1982 a un tal Michael Jeffrey Jordan. Más que nunca, el domingo de gigantes, el duelo del Oeste contra el Este en el All Star Game número 63, se concentra en dos estrellas: LeBron James, el titán de los Miami Heat y del Este… contra Kevin Durant, el jugador de seda que guía a los Oklahoma City Thunder desde el Oeste hasta la cima del Himalaya de la NBA. El sherpa de Durant en los Thunder responde por Serge Ibaka: y se supone que jugará con España la Copa del Mundo.

A 31,5 puntos de media, Durant lidera la Liga en anotación, con más de cuatro puntos sobre el segundo, Melo Anthony. Hay un duelo soterrado entre cracks que LeBron, el jugador más votado (1.416.419 votos…) parece gestionar con más descaro. Preguntan a LeBron: “¿Cuándo sentirá Durant la presión de ganar su primer anillo?”. Responde King James (cuyos oblicuos son como el pecho de una persona normal y a quien Abdul-Jabbar­ reclama humildad): “Cuando yo me retire”. El filiforme y longilíneo Durant, que va y viene con James Harden al Starbucks del Hotel Hyatt, siempre frapuccino en mano, insinúa: “Habrá que buscar tiempo para que LeBron y yo nos juguemos un uno contra uno”.

Tras las dos supernovas vienen fenómenos: el mago Chris Paul, el macizo Griffin y el singular barbudo Harden en el equipo del Oeste: junto al fascinante Curry. Al Este del Edén, y desde Miami, los guardias de corps de King LeBron James: Dwyane Wade y Chris Bosh. Y dos aleros que ametrallan: Paul George y Anthony. Dirigirán los entrenadores líderes en cada Conferencia: Scott Brooks (Thunder, Oeste) y Frank Vogel (Indiana Pacers, Este).

Sin Stern. Entre tanto diamante y zirconio de bisutería (aquí, el que no se aplica un teléfono móvil a cada oreja… tiene mucha pinta de perdedor), aquí y así llega este Partido de las Estrellas, primero desde 1984 que no se jugará bajo la dirección del Comisionado David J. Stern, heredado por su ayudante, Adam Silver. En 1984, Stern tomó una NBA que generaba 165 millones de dólares en ingresos brutos… y que a su marcha produce 5.500 millones de dólares. Pero los 30 años que caminó Stern sobre las aguas turbulentas de la NBA no hubieran sido iguales sin el brillo de esas fabulosas estrellas: Magic Johnson, Kareem, Larry Bird, Michael Jordan (la memoria del Superdome…), Shaquille O’Neal, Kobe Bryant, LeBron… y Durant.