La historia del nuevo MVP de la final de la NBA, Kawhi Leonard (29-6-91, Riverside, California), pasa por su padre, su timidez y sus manos. Mark, de 43 años, fue asesinado de un disparo en el lavadero de coches que tenía en Compton (Los Ángeles) cuando el hijo al que había elegido un nombre que sonase hawaiano era una estrella de instituto de 16 años. Nunca se encontró al culpable. El miércoles, el alero de los Spurs esquivó la pregunta de si había pensado en él tras su exhibición en el tercer duelo de las Finales. “Han sido muchos partidos sin él, ya ni pienso en ello”, afirmó, incómodo ante tanta atención.

Así llegamos al segundo asunto, su exagerada timidez. Popovich lo explica con sorna: “Está mejorando; en una escala del 1 al 10 de Mister Simpatía el año pasado era un 1 y este ya es un 1,75”. Kawhi es educado, responde mirándote a los ojos y con amabilidad. Ahora bien, que diga algo jugoso es otra historia. “Tiene el mismo carácter que Duncan”, apunta Splitter. Y es que la leyenda spur es un Sheldon Cooper extremadamente alto, aunque al lado de Kawhi parece Torrente. Hace poco le preguntaron a Leonard cómo eran sus charlas con Duncan y su respuesta fue legendaria: “Cortas”.

Los Spurs, siempre los más listos, se hicieron con él en el draft de 2011. Lo robaron, más bien. El prodigio físico de San Diego State cayó más de lo esperado y los Spurs reaccionaron rápido. Enviaron a George Hill a Indiana a cambio de la elección 15, un chico serio de 2,01 con unas manos de ciencia ficción: 29 centímetros de pulgar a meñique cuando las extiende. Un extra para un alero completísimo capaz de ganarle un duelo directo al Rey LeBron. Sin variar el gesto. Si es un robot, les ha salido buenísimo.