LAKERS 93 - GRIZZLIES 99

La dictadura de Marc Gasol

El español, instrumental en el segundo tiempo de un partido discreto pero finalmente efectivo de los Grizzlies. Los Lakers, siete derrotas en ocho partidos en su pista.

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Los Lakers se esfuerzan. La mayoría de noches, al menos. Pero no llegan. Consiguen, muchas veces a empellones, llevar los partidos vivos a los últimos cuatro o cinco minutos. Y se quedan ahí. Cuando llega esa hora de la verdad, queda claro que no tienen ni la química ni los mecanismos ni el talento ni los especialistas para salir a flote. Les pasó hace tres días ante Denver y les tenía que pasar ante Memphis Grizzlies, el martillo pilón que sigue liderando la NBA: 13-2, igual que los Raptors. Los Lakers, el reverso, están 3-12: 1-7 en casa con, el algodón no engaña, seis derrotas (la mitad) por 7 puntos o menos.

Cuando llega ese puñado de jugadas en el que toca ganar lo que no has perdido en los treinta y tantos minutos anteriores, no valen ni las acciones individuales de Lin, ni los sobreesfuerzos de Hill ni los tiros imposibles de Nick Young. Y, es un hecho, no está valiendo el Kobesistema. Contra una de las defensas más pegajosas y castrenses de la NBA (¿la mejor ahora mismo?), Kobe volvió a fallar sus tiros del clutch time en un partido que llegó 92-95 al minuto 46. Fue un partido extraño para él: descansó más de lo que acostumbra y tiró mucho menos: nada hasta cerca de un descanso al que llegó con 8 puntos y sólo una canasta (1/4, 6/6 en tiros libres). Terminó con 22 puntos y 5/15, 1/5 y 4 puntos en el último cuarto. Cuando se hizo transparente Lin y sin musas en el tejado de Young, a los Lakers les sostuvieron, cosas, un par de arrebatos épicos de Ronnie Price, que ya había brillado en el primer tiempo y que terminó con 11 puntos y 5 asistencias. Bien, pero así no ganas a casi nadie. No a estos Grizzlies.

Los de Tennessee jugaron con la pereza habitual del buen equipo que juega en pista del mal equipo: así están los Lakers. Jugaron un mal primer tiempo en el que llegaron a estar notablemente ofuscados (47-38, minuto 22). Marc Gasol fue, una vez más, la metáfora exacta del partido de su equipo: 3 puntos, 3 rebotes y un 1/4 en tiros al descanso, 19+11 al final después de anotar 12 puntos en el vuelco del tercer cuarto, cuando su equipo ya puso proa hacia un triunfo más funcionarial que brillante. Marc se metió en harina tras el paso por vestuarios y no sólo sacó ventaja de la evidente inferioridad de Sacre (9/10 en tiros libres) sino que ejerció también de muro bajo el aro, esa influencia defensiva en formato ancla que no se refleja en sus estadísticas pero sí en las de un rival que fue alejando su radio de lanzamiento hasta caer al 40% final en tiro con sólo una canasta en los últimos once intentos: jaque mate. Como es el jugador más influyente, una mezcla de líder y termómetro, del mejor equipo de este arranque de temporada (mis disculpas, Raptors), el pívot español sigue bien posicionado en la parrilla de salida hacia el MVP… y hacia un contrato descomunal cuando cierre el actual en Memphis, a final de temporada.

Conley firmó otro ejercicio de eficiencia (19 puntos, 7 asistencias) y Zach Randolph (el mejor durante más de medio partido) descansó mucho en el último cuarto y no llegó a la media de hora en pista, algo que el técnico Joerger lleva bastante a rajatabla con la vista puesta en unos playoffs del Oeste que prometen batallas descarnadas desde el salto inicial de primera ronda. Allí, claro, no estarán estos Lakers que sólo son mejores que los Sixers, y no por méritos propios. Un equipo en el que casi todos los jugadores tienen un pero (o no atacan o no defienden o no…) y en el que por lo tanto nada es redondo, tampoco la pizarra de Byron Scott ni la espada de Kobe Bryant, cada menos afilada cuando toca ganar los partidos. Una asignatura que, ahora mismo, Marc y sus Grizzlies dominan a pies juntillas. Por eso gobiernan la NBA.