Paul Pierce es una de las grandes estrellas de la NBA. Futuro Hall of Fame y ganador de un anillo con los Boston Celtics, el alero es una leyenda viva del baloncesto mundial que impone su autoridad con puño de acero allí donde juega. Una verdad que los Wizards, su penúltimo equipo (esta temporada jugará en Los Angeles Clippers), vivieron en primera persona tal y como confesó ayer durante el media day Marcin Gortat.

"Bueno, lo que aprendí de él es que no podías utilizar las zapatillas de LeBron James durante los entrenamientos, que tenías que estar despierto dos horas antes de comenzar la sesión. Para los calentamientos, lo que tienes que hacer, por lo menos, era saltar a la comba. Si él hacía 10 repeticiones en la press de banca, tú tenías que hacer 11, porque tiene 40 años [en realidad son 37] y tú tienes que hacer una más al menos", comentó el pívot.

El pívot no se quedó ahí y continuó: "He aprendido mucho de Pierce. Ojalá pueda aprender su trash talking, pero no tengo el bling-bling [onomatopeya utilizada en la cultura hip-hop que hace referencia al supuesto brillo que hace una joya, por ejemplo] en mis dedos, así que no puedo hacerlo. Él es especial".

Su ausencia es una gran pérdida para el equipo capitalino. No solo por su calidad, sino también por su personalidad arrolladora. Su presencia sobre la cancha, su influencia en el equipo, dio un toque mayor de agresividad, de arrogancia, a unos Wizards que eran bastante inocentes hasta su llegada. "Su ética de trabajo es increíble, al igual que su IQ [inteligencia baloncestística]. Fue divertido jugar con él", concluyó Gortat.