¿Y ahora qué? Ricky, 10 años de profesional sin cumplir los 25

15 de octubre de 2005. Aquel sábado de hace 10 años y dos días, un imberbe chaval de sólo 14 años y con el número '32' en la camiseta de La Penya se hizo mayor en el Palacio Municipal de Deportes de Granada. Qué mejor escenario: los leones del patio de la Alhambra le arroparon el día de su debut profesional. Una década después, Ricky Rubio se prepara para afrontar su quinto curso en la NBA. Y lo hará con los 25 años que cumplirá este próximo miércoles. Un chico con todo el mundo por delante para triunfar pero que ya es todo un veterano.

"Un día como hoy empecé un sueño. 10 años más tarde sigo soñando. Que nadie me despierte. Baloncesto como estilo de vida". Así recordaba el base de El Masnou su aniversario este jueves pasado. Antes de cruzar el Atlántico, Ricky ganó todo en Europa, debutó como internacional con la Selección y se convirtió en el jugador más precoz en disputar un torneo olímpico de baloncesto. Su talento innato le situó en el centro mundial del planeta basket mientras los chavales de su edad preparaban la selectividad. Y es que incluso antes de ser drafteado (fue número 5 del draft 2009), en Estados Unidos los partidos de la Euroliga 2008-09 entre el Joventut y la Lottomatica Roma fueron todo un acontecimiento. Pese a la hora adversa. El motivo, Rubio iba a verse las caras por primera vez con Brandon Jennings. En la tierra donde los talentos físicos los hay patadas se enamoraron de un niño llamado Ricard sin siquiera haberle conocido.

Hoy, con la ventaja de jugar con la perspectiva del paso del tiempo, nos quedamos algo fríos al ver cómo han sido sus cuatro primeros años en la NBA. Las (malditas) lesiones han marcado irremediablemente su trayectoria: únicamente ha jugado los 82 partidos de la temporada regular en una única ocasión. Además, aún no ha podido estrenarse en los Playoffs. Ya se sabe, el momento en el que cada partido se juega al límite y donde realmente los genios están llamados a dar un paso adelante. Mineápolis es una ciudad gélida. Como dicen al otro lado del charco, uno de esos mercados pequeños. Por h o por b, los Timberwolves no han despegado en este tiempo. A este negativo cóctel no ayuda ahora el que Ricky firmara cuádruples-dobles en una final de un Europeo cadete o con 18 años fuera el base titular del Barcelona que asombró al mundo ganando la Euroliga 2009.

Nos malacostumbró muy rápido. "Si a esta edad es capaz de hacer esto, cuando llegué a la NBA, con un estilo de juego mucho más acorde a sus características, ¿tendrá techo?". Era la pregunta normal por entonces. Ansiábamos con tanto entusiasmo su desembarco en la mejor Liga del mundo que poco pareció importarnos su bajón en su segundo y último curso a las órdenes de Xavi Pascual. Sada le comió la tostada. Fue entonces cuando se empezó a vislumbrar el gran talón de Aquiles de su juego: el tiro de larga y media distancia.

Un hándicap que le ha venido persiguiendo desde entonces. ¿Debe hacer lo posible por corregir esta carencia? Por supuesto que sí. ¿Puede mejorar en esta faceta? También (¡aún no ha cumplido los 25!). Pero, ¿debe convertirse en una obsesión? No. Me explico. Afortunadamente para él, sabe que su labor principal no es la de anotar. "Soy la excepción. Me dedico a otras cosas, a dar pases, a hacer jugar al equipo...", decía en una entrevista con AS hace unos meses. Y es que, casi con toda probabilidad su confianza aumentará a medida que vaya cogiendo ritmo de partidos, su físico no se resienta y vuelva a encarar el aro con el desparpajo y naturalidad que fluye por sus venas. Una vez vuelva a sentir que de nuevo es él mismo, quizá sea entonces cuando se levante y los tiros empiecen a entrar con más asiduidad. Cuestión de cabeza.

No es fácil pedir tiempo para un jugador que está en el ojo del huracán tras renovar por 56 millones de dólares hace doce meses (una cantidad chocante en su día pero que con la entrada en vigor del nuevo contrato televisivo amenaza con convertirse en cenizas) y que lleva unos meses protagonizando varios de los rumores de traspaso. Así es este negocio. Ricky no puede controlar las críticas y que Milt Newton (general manager de los Wolves) y Flip Saunders (el, ahora de baja, entrenador jefe) parezcan que se están empezando a impacientar con él. Prueba de ello es que tras el último draft se hiciesen con los servicios de Tyus Jones (ahí sí que tiene que andarse con ojo Rubio, la competencia con el exbase de Duke sí podría cabar suponiendo un problema). Todo esto es etendible nos guste más o menos. Pero sería injusto también dejar de creer en alguien que es capaz de levantarte de tu asiento en la grada o del sofá de tu casa con un solo pase, un caño o un dribbling que deja sentado al rival. Porque por mucho que hayan pasado 10 años desde aquel 15 de octubre de 2005, Ricky aún tiene una (esperemos que larga) carrera por delante. Parece que le hayamos visto jugar toda una vida. Pero va a cumplir 25 años. No lo olvidemos. Clase y magia tiene a raudales.