Los Clippers quieren un anillo. O una final de la NBA, por fin. O como mínimo jugar la final de Conferencia. Pero por el camino no van haciendo precisamente amigos. A su creciente rivalidad con Golden State Warriors se van sumando efectivos, otros equipos o jugadores a los que no les caen precisamente bien los de Doc Rivers. El último ha sido DeMarcus Cousins justo después de que sus Kings perdieran en su partido inaugural ante los de L.A. (104-111): “honestamente debo decir que odio a los Clippers”.

DeMarcus estaba frustrado, desde luego. Había jugado un partidazo (32 puntos, 13 rebotes y un increíble 4/5 en triples: había metido dos entre las dos últimas temporadas). Y su equipo había superado un primer tiempo horrible y se había dado la oportunidad de comenzar curso con un triunfo de mucho prestigio: tras perder 12 balones en el primer tiempo (18 totales, 8 del propio Cousins) y verse con un 74-89 en contra, los de George Karl remaron hasta el 100-100 con una mezcla de triples y canasta de DeMarcus, liberado en cuanto DeAndre Jordan cometió la quinta falta.

Pero ahí apareció el mayor poso de los de Los Angeles, con una canasta marca de la casa de Paul Pierce (para eso le ficharon) y una dirección impecable de Chris Paul, que terminó con 18 puntos y 11 asistencias. Pierce, con 12 puntos y 7 rebotes. DeAndre Jordan, con 8, 12 y 4 tapones. Y Blake Griffin con 33 puntos (14/20 en tiros), 8 rebotes y 4 asistencias. Rivers se decantó como titular por Lance Stephenson, que anotó un triple en su primer tiro pero se quedó en 7 puntos. Jugó menos que Pierce y Crawford (11 puntos) en un equipo que sigue asustando por nombres y con más profundidad que la pasada temporada. A ver hasta donde llega… y cuantos amigos nuevos hace por el camino.