THUNDER 118 - LAKERS 78

Los Thunder ridiculizan a unos Lakers sin Kobe Bryant

Paliza brutal de unos Thunder que ni siquiera pisaron el acelerador ante unos Lakers que airearon sus miserias. Kobe, baja por problemas en el hombro.

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Sin historia y sin demasiado que contar, los Thunder aplastaron a los Lakers. Machacados, masacrados, rastrillados por la pista, los angelinos dejaron jirones de su leyenda, algunos de los que quedan, por una pista especialmente crítica para equipos en disolución: cuando los Thunder fluyen, FLUYEN. Y podrían haber ganado por la diferencia que hubieran querido. Es un equipo al que se puede contener pero que es un tren de la alta velocidad si se le deja correr, moverse por instinto. En el grupo de equipos que pueden airear sus carencias no están desde luego estos Lakers, que sólo son mejores que la peor versión de los Sixers. Ahora uno está 18-9 y el otro 4-23. Uno aspira a ser el cuarto elemento a la espalda de Warriors, Cavaliers y Spurs. El otro, a salvar una ronda de draft que será top-3 o no será porque se irá a Philadelphia.

Al final del primer cuarto el marcador era 35-15, a mitad del segundo 54-25 y poco después 62-28. El segundo mejor ataque de la NBA vapuleaba a la segunda peor defensa sin esfuerzo, sin sudar, con cierta sensación de sonrojo por pura superioridad ante un rival que no quería estar allí, al que le pesaba cada minuto de partido. Un equipo que no está preparado ni para perder con cierta dignidad en partidos así porque tiene un entrenador que hace como que pasa por allí y que no trabaja nada que no sea su pose de brazos cruzados, con cara de y qué queréis que haga yo. La sensación en pleno correcalles, apenas un entrenamiento para los Thunder, era que Durant podría anotar más que todos los Lakers si se lo propusiera. Y Westbrook repartir cien mil asistencias. Los Thunder tendrán problemas, por su estructura y estilo, contra los mejores de la NBA. No en partidos así, que revientan en medio cuarto y sin subir marchas.

La baja de Kobe Bryant mató otra posible historia del partido sin historia. Con el hombro tocado, casualmente o no después de hacer su primer mate de la temporada, Kobe no jugó contra su amigo Durant ni jugó en la pista en la que debería disputar su último partido a domicilio enla NBA, el próximo 11 de abril. Sin el 24, Byron Scott propuso defender a Durant con Anthony Brown, un rookie todavía en el cascarón, y Nick Young, la antítesis del esfuerzo defensivo. Con eso, Hibbert triturado por Adams y Westbrook jugando a placer, a los Lakers sólo les quedó esperar a que la inercia del partido llevara a la clemencia, casi a la pereza de un rival que pensaba en otras cosas dos ratitos después del salto inicial.

De los jóvenes de los Lakers el mejor fue Clarkson. Russell dejó más arena que cal y Randle, arena como por arrobas. Los puntos de Lou Williams a las bravas movían lentamente el marcador de un equipo que llegó a estar en el 8,3% en triples cuando su rival estaba en el 83%. Una coincidencia macabra todavía, en el primer tiempo. El segundo, ni existió. Los Thunder pasaron el rato (118-72, máxima ventaja en el último cuarto) y los Lakers enterraron la cabeza en la tierra. Quien quisiera divertirse, podía hacerlo contando alley-oops de Westbrook a Adams. Yo perdí la cuenta en cuatro. Y no me divertí.

El partido, si acaso, recordó lo difícil que es hacer sumas en la NBA aunque se tenga la mejor calculadora de la clase. En 2010, los Lakers echaron en primera ronda de playoffs a unos bisoños y debutantes Thunder. Unos se iban, lo hicieron tras ganar aquel anillo, y los otros venían apretando como demonios. Casi cinco años después, los tantas veces campeones siguen sin encontrar el camino de vuelta y los que se iban a comer el mundo llegaron a una Final sólo para ver como todo salía mal desde entonces. A los Lakers les queda un futuro que ahora cuesta adivinar y que debería ser sin Byron Scott en el plazo más corto posible. A los Thunder, creerse que su arte de matar o morir con sus dos súper estrellas da para algo más que para dar algún susto de muerte a Warriors o Spurs en los playoffs del Oeste. Y entre medio de todo eso, el presente. Bochornoso para unos, moderadamente feliz para los otros. En situaciones distintas, en planos de realidad tan distintos que cuando coinciden pasa esto: no hay partido. No puede haberlo.