Los Lakers son un perfecto desastre, el peor equipo de la NBA sólo con permiso de los Sixers, contra los que de hecho perdieron en el duelo directo que les enfrentó en Philadelphia. En los dos últimos años han ganado 27 (27-55) y 21 (21-61) partidos, y hasta estas cifras, las peores de su historia, parecen inalcanzables esta temporada: por ahora 4-23 con un 2-16 fuera de su pista y un 0-14 en duelos directos contra equipos de la Conferencia Oeste. Y sus choques contra los mejores equipos de la NBA (el último, el sábado en Oklahoma City) apenas tienen historia. Pero sin embargo los Lakers conservan su tirón por, ahora mismo parece evidente, una única razón: el adiós de Kobe Bryant.

En cuanto Kobe anunció que esta iba a ser su última temporada en la NBA, cada partido de los Lakers adquirió cierto tinte de cita con la historia, especialmente cuando el escolta visita por última vez cada ciudad después de veinte temporadas con la camiseta de los angelinos. Por eso ni siquiera los Cavaliers de LeBron ni los Warriors de Curry igualan las cifras de público que meten los Lakers en cada pabellón que visitan, una media de 19.223 personas que lidera la liga por delante de los Cavs (18.979). Además, el precio de las entradas en reventa se disparó hasta un 85% en cuanto Kobe anunció su retirada, dato que se refiere tanto a los partidos a domicilio como a los del Staples, donde se ha colgado el cartel de no hay billetes en los nueve partidos de la temporada (2-7) y donde sólo ha habido nueve encuentros sin sold out en cada una de las dos últimas temporadas y a pesar del ruinoso rendimiento del equipo.

Además, los Lakers también están en la cabeza de la NBA en el consumo de partidos individuales en el League Pass, una opción nueva de esta temporada que permite ver partidos sueltos por 6,99 dólares cada uno. Sólo Golden State Warriors recibe más compras que los Lakers. Cosa de Kobe Bryant también, claro.