WARRIORS 110 - CAVALIERS 77 (2-0)

Paliza histórica: los Warriors destrozan a los Cavaliers y se ponen 2-0 en la Final

Un fantástico Draymond Green (28+7+5) contó con la colaboración de Curry, Thompson, Bogut, Iguodala y Barbosa. En Cleveland, LeBron James y poco más.

Oakland
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LeBron llevaba cuatro Finales seguidas perdiendo el primer partido… y ganando el segundo. Boom. No se veía con un 2-0 en contra desde las semifinales del Este de 2008. Boom. Y nunca había perdido en toda su carrera siete partidos seguidos contra el mismo equipo. En trece años. Boom, boom, boom. Todo saltó por los aires en una paliza (110-77) que deja a los Cavaliers en respiración asistida y a los Warriors en el tope histórico de victorias en una temporada (87, como los Bulls del 72-10) y a solo dos de repetir anillo y certificar uno de los tramos más maravillosos de toda la historia del baloncesto. La Final se va a Cleveland magullada, no sabemos si herida de muerte porque todo puede pasar siempre, se supone, aunque cuesta creerlo después de la mayor ventaja jamás vista (+48) en los dos primeros partidos de una Final. ¿Están muertos los Cavs? Por supuesto que no. ¿Están lo suficientemente vivos como para ganar cuatro de cinco partidos a estos Warriors? Otra vez, cuesta creerlo. Muchísimo.

Es la tercera vez que un equipo (el último los Spurs 2005) gana los dos primeros partidos de una Final por un mínimo de 15 puntos. Y con 2-0 a favor la historia solo señala tres derrotas (28-3) para el equipo con factor cancha. El último de los tres que han logrado esa remontada, los Heat 2006 de Dwyane Wade. Así que LeBron puede llamar a su amigo y excompañero para pedirle consejo, aunque lo que realmente le gustaría sería seguir teniéndole a su lado en pista. Desde que puso prácticamente el solo 1-2 en la pasada Final, ha encajado las citadas siete derrotas seguidas contra los Warriors. Con estos números: +133 para los de Oakland con un marcador medio de 107-88 y 25 puntos, 10,3 rebotes y 7,6 asistencias por noche para LeBron… con 4 pérdidas, un 40% en tiros totales y un 25% en triples. El recuerdo de 2015 y esas estadísticas que explican sus constantes resurrecciones hacían que circulara por la Bahía una calma tensa antes del partido, la difícil digestión de la confianza que producen estos Warriors aliñada con el vértigo de verse tan cerca del objetivo, pero con un depredador como LeBron rondado. Así que la Bahía rugió como no lo había hecho el jueves ni, creo recordar, en ninguno de los partidos de la última Final. Rugió con furia, con felicidad, con esa renovada necesidad de celebración que les insuflaron los Thunder: nunca deis nada por seguro, todo puede escurrirse entre vuestros dedos en cualquier momento.

Más físico, más defensa, más ataque, más tiro: más baloncesto

Los Thunder obligaron a los Warriors a escarbar en su alma hasta recuperar su mejor versión, les hicieron jugar a un nivel que superaba (intuíamos) el que podrían necesitar en esta Final... por mucha Final que sea. Y los obligaron a una remontada que ha hecho que el equipo del 73-9 y los trescientos millones de triples se sienta definitivamente inabordable. Y todo eso lo están recibiendo como una ola gigantesca de calor unos Cavs que simplemente no parecen preparados tras sus sesiones de baño y masaje en el Este. Tyronn Lue, con el manual rápido de cómo derrotar a los Warriors, ha puesto toda su capacidad defensiva sobre Stephen Curry y Klay Thompson. El primero promedia 14,5 puntos y el segundo, 13. Entre los dos han metido 12 triples, los que meten a veces en un cuarto. Y no es una exageración. Lue quizá haya entendido ya que se trata de los Splash Brothers pero que no solo se trata solo de los Splash Brothers. Y de camino a Cleveland quizá alguien le convenza de que el camino no es correr y tirar más que los Warriors, a los que invitas a entrar en su versión supernova si les ofreces ese tipo de partido. Por confianza en su equipo o por deficiencias como entrenador en prácticas, se ha metido en la boca del lobo vestido de Caperucita. Tiene tiempo para escapar, ya muy poco, pero está por ver si tiene ideas. Los Cavaliers 2015, heroicos sin Irving y Love, al menos tenían un plan. No les bastó ni les hubiera bastado en cien Finales como aquella, pero lo tenían. Los actuales, con más talento (y la plantilla más cara de la historia, recuerdo) solo han enseñado en Oakland la desbandada, la retirada desordenada y a la carrera. Sálvese quien pueda… pero nadie se salva.

Los Cavs llevan en dos partidos las mismas asistencias que pérdidas, ayer fueron superados en puntos en la zona (50-40) y en rebote (46-34). En los que va de Final han metido 12 triples… y han tirado 44. En el barco entra agua por tantos agujeros que la tentación es saltar. Quizá el regreso a Cleveland, hogar dulce hogar, sirva para poner los suficientes parches. Pero para eso tienen que entrar en la Final JR Smith, Frye o Dellavedova, una sombra del que hace justo un año era el chico de moda por sus defensas kamikazes sobre Curry. Si el segundo mejor jugador del equipo es Richard Jefferson, los Cavs están muertos. Kevin Love estaba haciendo un partido triste (5+3) cuando una posible conmoción le dejó fuera del segundo tiempo… y veremos si del tercer partido. Y Kyrie Irving, una de las llaves que podrían haberle abierto la puerta de la Final a los Cavs, jugó un partido lamentable en defensa y en ataque: 10 puntos con 14 tiros, 1 asistencias por 3 pérdidas. Lue acabó apostando a súper pequeño con Jefferson y LeBron como teóricos interiores. Tampoco funcionó, claro. Para entonces LeBron estaba abrasado, hastiado, desconocido: terminó con 19 puntos, 8 rebotes y 9 asistencias pero perdió 7 balones (parecieron el doble) y falló diez tiros (7/17). No sacó ventajas donde suele y, sin confianza en su tiro y cada vez menos en el de sus compañeros, se dedicó a penetrar sin plan ni energía hasta rodearse de rivales. Una y otra vez, como si la desesperación hubiera devenido en instinto suicida y solo quisiera acabar cuanto antes y volver a Cleveland. Desde luego es el menos culpable, pero el gran LeBron todavía no ha aparecido tampoco por la Final.

En esencia, los Cavaliers defendieron peor, atacaron mal y volvieron a quedarse a años luz de la intensidad mínima a la que obligan unos Warriors desbocados en defensa. Más rápidos, más fuertes, más largos, más explosivos, muchos más concentrados. La defensa que había quedado en algún cajón reapareció (a la fuerza ahorcan) ante los Thunder y está resultando un muro móvil e infranqueable para los Cavs, primero con Bogut (5 tapones en menos de 15 minutos, uno antológico a LeBron) y después con Green, que gobierna la Final a su antojo cuando ejerce de pívot y que se acerca más a su mejor versión cuanto más a su espalda quedan Ibaka y Adams. Esta vez hasta metió los triples (5/8) y terminó con 28 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias. Hasta ahora, el MVP de la Final en pugna con Iguodala, que ha tenido el mejor +/- en los dos partidos (+50 total).

Los Warriors, con Curry y Klay fríos de salida, tardaron en funcionar en ataque pero ya estuvieron cerca de reventar el partido en un segundo cuarto en el que convirtieron en un visto y no visto un 22-28 en un 52-37. Tras el descanso, y con los Cavaliers en un ejercicio de supervivencia que no les auguraba nada bueno, llegó el terremoto con Curry, lo que señala aún más al rival, sentado en el banquillo con cuatro faltas. Los mejores minutos de Klay Thompson, una defensa inteligente y salvaje y unas transiciones cada vez más elásticas hicieron saltar las correas del partido por los aires, con Green e Iguodala apareciendo literalmente por todas partes y los Cavaliers completamente confundidos. Curry se sentó con 57-47 a falta de 8:42 para terminar un tercer cuarto que se cerró... en 82-62. En ese parcial LeBron sumó cuatro pérdidas, tal vez porque fue el único de su equipo que lo intentó. Durante algunos ataques, al menos.

Con Barbosa metiendo bandejitas (10/12 y 21 puntos en la Final), los Warriors se pusieron 97-64, el +33 también final tras un último cuarto en el que ya todo el mundo echaba cuentas. A los Warriors les queda controlar la euforia y seguir trabajando, porque en Cleveland espera marejada salvo que los Cavs, y no es descartable, estén verdaderamente deshechos. Desde luego salen de Oakland heridos casi de muerte, tan zarandeados y tan superados que quizá de esa frustración salga la llamada a la revolución que necesitan. Más les vale que sea así porque de lo contrario nos vamos a quedar sin Final muy, muy rápido.