Sin boletos en un Draft que el año pasado les regaló a Porzingis, los New York Knicks han sido uno de los equipos más activos en el mercado veraniego. La primera bomba llegó muy pronto, antes incluso de que se celebrara la ceremonia del Draft: Derrick Rose, el MVP de los Chicago Bulls, volaría hasta la Gran Manzana para empezar de cero. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, los Knicks volvían a ser el centro de los focos.

El fichaje tenía, además, una gran ventaja: el contrato del base (más de 21 millones de dólares durante la temporada 2016-17), venido a menos en los últimos años (demasiadas lesiones), acabará el próximo verano. Así, lo Knicks consiguen el empujón necesario a nivel de ilusión, esperanzas y, posiblemente, resultados, sin comprometerse a largo plazo con un jugador que compite sin garantías. En resumen, win-win. Llegó con Justin Holiday bajo el brazo, a cambio de Robin Lopez, Jerian Grant y José Manuel Calderón.

Con Rose ya en plantilla, aterrizó su compañero Joakim Noah. En esta ocasión, el fichaje tiene algo más de riesgo: el pívot (31 años), que vuelve a casa, firmó por cuatro campañas y más de 72 millones de dólares. Se entiende bien con el base y será el mejor pasador de la plantilla. De su nivel de juego y su salud dependerán las esperanzas de los Knickerbockers.

Para completar un atractivo quinteto, llegó Courtney Lee (cuatro años, 48 millones). Y para el banquillo, Brandon Jennings (un año, cinco millones), Kuzminskas (dos años, casi seis millones), Willy Hernangómez (cuatro años, 5,7 millones)... 

Una gran post temporada. Agresiva y con un objetivo claro: devolver la ilusión a Manhattan.

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